Algunas zonas del centro de México albergan una cultura indígena interesante, trabajadora, creativa y versátil, que ha sobrevivido a episodios muy difíciles y que aún cautiva con sus tradiciones. ¡No puede dejar de conocer la Historia de los Otomíes!
Índice de Contenido
Historia de los Otomíes
En la historia de los Otomíes se presume que estuvieron entre los primeros habitantes de Teotihuacán, junto con los totonacos, los nahuas y otras comunidades de idioma otomangue.
Se afirma que Teotihuacán fue una ciudad que concentró muchos individuos y culturas, pues en su florecimiento se percibe la intervención de diferentes grupos con orígenes étnicos distinto, entre esos los otomíes.
¿Quienes son los Otomíes?
Es un grupo o comunidad aborigen que están diseminados por algunos estados de la República mexicana y que se autodenominan ñähñu, que significa “los que hablan otomí”.
La palabra otomí es de origen náhuatl, se escribe otomitl cuando es singular y otomí en plural, mencionándose en español bajo las formas otomí en singular y otomíes en plural.
Según algunos autores, otomitl provendría del náhuatl otocac, “que camina”, y mitl, “flecha”, porque se presume que este pueblo era de buenos cazadores, que andaban largos trayectos armados de arco y flecha en busca de presas. Aunque el término otomitl, también fue empleado de manera desdeñosa por los aztecas, como sinónimo de sucio y perezoso.
Ubicación
Esta antigua nación tenía en el momento de la invasión española, el siguiente territorio:
- Valle de Nzuhni (Toluca)
- Provincia de Madenxi (Xilotepec)
- Mamehni (Tula)
- Sierra de las Cruces (Kuauhtlalpan)
- Texcoco, Tlacopan (Tacuba)
- Atlakuiuayan (Tacubaya)
- Koyoakan, Axochko (Ajusco)
- Teocalhueyakan (Tlalnepantla)
- Teotlalpan
- ‘Batha’ Bot’ähi (Valle del Mezquital)
- Metztitlán
- Los Huaxteka
- Sierra de Puebla
- Akolhuacan
- Tlaxkallan
- Batha Puebla
- Michoakan
- Kouixko
- Guanajuato
- Kolima
- Kuliakan.
Actualmente ocupan regiones de ciertos estados mexicanos tales como:
- Estado de México
- Querétaro
- Hidalgo
- Puebla
- Veracruz
En el estado de Tlaxcala podemos encontrar aun a los otomíes de Ixtenco y en Guanajuato hacen vida algunas comunidades de origen otomí, pero que no hablan su idioma. En el Distrito Federal es posible encontrar comunidades que hablan otomí, debido a la migración.
Existen casos como en el Estado de México donde estas comunidades ocupan el terreno en conjunto con otras etnias y grupos tales como los matlatzincas, los mazahuas, los nahuas y los ocuiltecos.
En estos casos suele existir afinidad o similitud en las culturas y costumbres, pues son pueblos que en muchos casos comparten la misma historia.
Ciertamente el número de individuos que hablan otomí ha disminuido, pero a pesar de los cambios en sus costumbres, experiencias sociales y religiosas y de la forma en que organizan su vida en comunidad, estas personas aún están muy ligadas y de cierta forma apegadas a esta cultura.
Tanto que muchas comunidades de estas áreas aun cuando no hablan este dialecto se hacen llamar otomíes. Por otro lado, existen municipios en ciertos estados que registran comunidades otomíes, debido al fenómeno migratorio. Se calcula que existen actualmente un poco más de cien mil hablantes de lengua otomí.
Los Otomíes a través del tiempo
Los otomíes se establecieron en una vasta área que comprende la mayor parte de Mesoamérica, con diferentes y constantes cambios de área geográfica, originados quizás por la posterior presencia de otros grupos de personas.
La nación Natho nahnu ñuhmu ‘ñuhu como también se conoce en la historia de los Otomíes a esta comunidad, es la más antigua de las personas Nxihmhöi en nuestro continente. Por lo que sus ancianos suelen ser sabios guardianes de la historia oral y la vida otomí en el pasado, perdida en las brumas del tiempo.
Se dice que en los primeros días la cultura madre tanto otomíes como olmecas eran los mismos, sin embargo, posteriormente se dividieron en grupos que formarían las personas con diferentes ramas lingüísticas: otopónicos, mixtecos, popolocas, amuzga, zapotecos, chinantecos y chiapaneca-mangue.
Los pueblos otomíes fueron el principio y germen de otras culturas, entre las que se cuenta la mazahua, la tlatilca, la tolteca, la teotihuacana, la cuicuilca, la chichimeca, la pame, matlatzinca, triqui y la tlahuica.
Otomí o Teocintle Mfuhthä descubrieron hace más de 30,000 años las casa de baño y fuego o baños de vapor. También fueron los inventores de un cuenta del tiempo, que nosotros conocemos como calendario y ellos como Medepa.
Aseguran tener comunicación con otras personas y seres en otras partes del universo, usaron varias formas y tipos de energía, además desarrollaron el arte, la ciencia, la literatura y la educación, demostrando su excelencia en esta área.
Construyeron casas sagradas o centros ceremoniales llamados Mähki Dänguu y en la historia de los Otomíes se afirma que, muchas huellas de esta civilización son estas ciudades antiguas.
Uno de los principales héroes en la historia de los Otomíes fue Botzanga, quien gobernó la ciudad-estado de Ndongu (Xiquipilco), un joven guerrero que guió a su pueblo con sabiduría y defendió la soberanía, el territorio y la autodeterminación otomí contra la expansión militar mexicana.
Etapa de la conquista
La nación otomí ocupó durante la invasión europea, un área más grande de la que ahora ocupan, pues los otomíes se encontraban en ese momento en un período de expansión.
Las ciudades más importantes fundadas en ese momento por los otomíes bajo la subyugación española fueron: Querétaro, San Juan del Río, Tolimán, San Miguel Allende, Tierra Blanca, Santa María del Río y San Luis de la Paz.
Período colonial
Durante el siglo XVII, la necesidad de proporcionar seguridad a los transportes de carga que trasladaban productos mineros, llevó a los españoles a tratar de controlar a los nómadas otomíes mediante con la fundación de Misiones.
Pero las tribus que no estaban sujetas y dominadas completamente atacaron los nuevos asentamientos, manteniendo un estado de guerra constante.Estas continuas hostilidades y la falta de una agricultura regular originaron el alzamiento entre los otomíes recién establecidos.
Durante el siglo XVIII, los intereses de los ranchos ganaderos se unieron a los intereses de la industria minera, dando a la política de presentación un carácter puramente militar y pasando el control económico de la mano de los españoles a los criollos.
Los otomíes que ayudaron significativamente en la colonización, como los que recientemente se habían vuelto sedentarios, fueron relegados a una posición más baja, despojando sus tierras para favorecer a los terratenientes de la colonia y obligados a trabajar en minas, como en Guanajuato.
Muchas misiones fueron destruidas y los otomíes perseguidos, a pesar de los esfuerzos de los misioneros y en su lugar establecieron guarniciones militares. La historia de los Otomíes indica que los territorios que hasta entonces habían sido propios, estaban ocupados por un número creciente de criollos y mestizos.
Época de Independencia
Los grupos descontentos de otomíes participaron en la guerra por la independencia, con el llamado del padre Hidalgo conocido como el Grito de Dolores. Se dice que tenía mucha influencia sobre estos grupos, les enseñó a leer a los nativos y llegó a ganarse su confianza.
Miles de otomíes se unieron a la lucha de liberación, participando en la toma de la Alhóndiga de Granaditas, contra los colonos españoles. Este edificio era un depósito de granos y alimentos.
Se cuenta en la historia de los Otomíes que bajo la intrépida e ingeniosa guía de Juan José de los Reyes Martínez, trabajador de las minas a quien todos conocían como Pípila, que, protegiéndose con una losa en la espalda de las balas enemigas, pudo acercarse a la puerta de la Alhóndiga y encender el fuego, para que los rebeldes entraron y se adueñaron de los alimento que estaban almacenados.
En la Batalla del Monte de las Cruces, cuando Hidalgo ingresó al Valle de Toluca le acompañaban cerca de ochenta mil hombres, casi todos otomíes de Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Michoacán y el Estado de México, incluidos Mazahua y Purépecha, quienes se levantaron en armas y derrotaron a los realistas.
Pero con la consumación de la independencia, las condiciones de vida de los otomíes eran la mismas, quizás más miserables, además de que miles de ellos perdieron la vida en este movimiento social.
Con el movimiento de independencia cambió la situación política del nuevo estado nacional mexicano, pero en realidad la historia de los Otomíes no. Ciertamente su posición empeoró, acentuando las diferencias y consolidando a la «gente razonable» para que se oponga a los nativos.
En el siglo XIX, los otomíes que habían permanecido más o menos nómadas o constantemente rebeldes y que habían escapado al exterminio, adoptaron rápidamente las técnicas cruzadas en la agricultura y asimilaron la cultura mestiza, perdiendo sus características distintivas.
En el área central, los otomíes se retiraron de las ciudades formando a veces barrios en la periferia. La invasión de mestizos a las tierras otomíes hizo que algunos de ellos invadieran las tierras de los pames de Sierra Gorda.
Tiempo de revolución y posrevolución
Durante esta etapa, la historia de los Otomíes reseña que la situación de muchos nativos se volvió más crítica, los hacendados los explotaban como fuerza de trabajo en las fincas y además controlaban las fuentes de agua.
Estas tierras que habían sido ancestralmente propiedad de los Otomí, pasaron a otras manos que los obligaron a trabajar como jornaleros o granjeros, explotados sin posibilidad de prosperar y muchas de las mujeres como servidumbre que fueron humilladas por el amo o patrón.
Los Otomíes vivían en aldeas, vecindarios y caseríos relegados a zonas montañosas y siempre desempeñaron tareas modestas, cultivaban la tierra como aparceros y tenían la obligación de proporcionar servicios a los propietarios.
Antes de 1910, la historia de los Otomíes de Temoaya indica que vivían en situaciones económicas muy penosas, por lo que era relativamente fácil incorporarse a la armada de combate.
El dictador Díaz persiguió a los otomíes a través de terratenientes y caciques y rancheros, por lo que el movimiento revolucionario impulsa a los otomíes a tomar las armas nuevamente. y pelear junto a Emiliano Zapata. Miles de otomíes murieron para lograr la tierra y la libertad.
La historia de los Otomíes después de la revolución, cambió solo un poco. Los otomíes comenzaron a buscar documentos coloniales y comenzaron a gestionar la devolución de sus terrenos, que fueron mayormente obtenidos como ejidos.
Época contemporánea
El pueblo otomí se ha mantenido constante en la lucha por sus demandas y derechos a nivel local, estatal, nacional e internacional.
El movimiento otomí representado en el Consejo Supremo otomí ha obtenido algunos logros, en áreas como infraestructura de servicios para las comunidades, préstamos agrícolas para el campo, la construcción del Centro Ceremonial Otomí, etc.
Sin embargo muchos representantes de estas comunidades afirman que la situación de marginación, despojo, dominación, ecocidio y genocidio de los diferentes gobiernos mexicanos al pueblo otomí y otros pueblos aborígenes no ha cesado, acentuándose en algunas etapas.
Características de la cultura otomí
Como toda cultura en el mundo, en especial las indígenas, la historia de los otomíes indica que tienen características muy particulares y distintivas que están muy relacionadas a su cosmovisión y al papel del hombre en referencia a ella.
Su forma de vestir, de celebrar, de organizarse y de vivir, son muestras de lo variada y rica que es está cultura. Entre las características más relevantes encontramos:
Vestimenta
La vestimenta suele ser uno de los elementos distintivos de un pueblo, considerándose uno de los aspectos culturales que más lo caracteriza, para las comunidades indígenas esto no es una excepción.
La vestimenta del pueblo indígena suele tener características y estilos que suelen demostrar su forma de ver y explicar el universo, el mundo y el origen de los seres vivos.
Sin embargo, al igual que su lengua, el uso de la vestimenta tradicional suele ser impactada por la modernidad y la globalización, pues hacen vulnerable la identidad de tales comunidades.
No obstante, en la historia de los otomíes, es muy usual encontrar colectivos que emplean su atuendo con mucha frecuencia y orgullo, siendo esto muy usual en la mujer indígena, quien además han procurado promover el uso del atuendo tradicional entre los miembros de sus comunidades.
El atuendo de las mujeres otomíes es una enagua, falda o como se le conoce en esta cultura un chincuete larga y ancha, elaborado en lana generalmente de color oscuro, negro, púrpura o azul dependiendo de la región, con rayas de color verde, anaranjado y amarillo.
La camisa es blanca con bordado de diferentes tonos y de mangas cortas. Generalmente la decoración de la blusa suele ser floreada, de animales o formas geométricas, en algunos casos una combinación de los mismos.
También suele incluir el conocido quexquemetl una prenda muy similar al poncho, que abriga el torso, consiste en dos piezas cuadradas de tela, que se unen en forma de rombo y tiene una abertura para la cabeza en la parte central.
Suele ser elaborado artesanalmente, en diversos materiales como el algodón que suele ser el favorito, además de gruesos hilos de lana cuando los climas son muy fríos o artisela o hilo de rayón.
Se realizan en diversos colores, generalmente no estaba bordado, pero esto puede variar, empleando estampados de origen prehispánico, formas geométricas, etc.
En alguna comunidades las mujeres incluyen en su atuendo tradicional un sombrero de paja o simplemente se peinan con trenzas que adornan con cintas de colores.
Los hombres generalmente lucen camisas bordadas en los puños y a los lados del pecho, que suelen hacer juego con un gabán o sobretodo de varios colores.
Algunas zonas utilizan sombrero de paja y un un corte de cabello especial al que llaman pochtli, que consiste en dejar un mechón o bucle de cabello largo en la zona de la nuca, rapando el resto de la cabeza.
Gastronomía
La comida de la cultura otomí, tiene como ingredientes principales toda la variedad de especies animales y vegetales de la zona que ocupan, particularmente la del centro de México.
Generalmente el estilo de alimentación está muy relacionada a la salud, tratando de evitar o curar enfermedades, pero también a la convivencia de su comunidad.
Son comunidades que aprovechan todo cuanto les rodea para incluirlo en sus recetas y sus formas de preparar los alimentos que se ha mantenido por años, le permite obtener ese sabor y textura tan particular, que suele caracterizar estas comidas mexicanas.
Como en muchas otras culturas, es innegable la importancia del maíz como ingrediente principal en los diferentes platillos de esta etnia, aspecto que no ha variado mucho en siglos, según lo que se recoge en la historia de los Otomíes.
De igual manera, mantienen la costumbre de cazar y recolectar para obtener los diferentes productos que son utilizados en su cocina.
Larvas o huevos de algunos insectos de tallos, troncos y hojas o al raz del suelo, mamíferos pequeños, aves y frutas, legumbres y verduras, son parte de la variedad de cosas que influyen en su dieta.
También emplean con frecuencia muchas plantas comestibles que incluyen el quelite en todas las variedades que se dan en la zona, el garambullo que es un cactus que ofrece un fruto muy preciado y las flores de maguey conocidas también como flor de mezcal o golumbo, que suelen prepararse fritas, guisadas con jitomate o en salsa verde.
La cocina en la historia de los otomíes es una forma en que sus comunidades comparten y refuerzan su identidad, generalmente se coloca en una bandeja para que todos los comensales coman de él. Normalmente en una comida otomí no puede faltar:
- Phaxy un plato de verduras cocidas.
- Ndho acompañantes de los platillos, generalmente cereales y granos.
- Ximbo, carne de pollo o cerdo estofado y colocado en pencas de maguey que se cocinan en hornos bajo tierra.
- Tamales con conejo al horno.
- Chicharras de las cortezas de los árboles envueltas en hojas de aguacate y cocidas en salsa de nogal.
- Mole con semillas de calabaza.
- Torta de nopal capeado.
- Flor de sábila con camarones.
- Ensalada de jícama.
- Coyote en barbacoa.
- Zorrillo relleno de insectos.
- Ensalada de nopalitos.
- Flores empanizadas.
- Consomé de ardilla.
Entre las bebidas típicas encontramos jugo fermentado de agave y el pulque de aguamiel bebida alcohólica sagrada de la época precolombina.
Como puede observar esta comida hace honor al dicho de esta comunidades que reza: “todo lo que corre y vuela, va a la cazuela”, pues son muchos los manjares que incluyen la huevera de hormiga, larvas, chinches, murciélagos, zorrillos, ardillas, flores, hierbas, raíces y cactáceas.
Ingredientes que hacen de la gastronomía en la historia de los otomíes una muestra de arte, donde la creatividad, la inventiva y el aprovechamientos de sus recursos es lo principal.
Viviendas
Ciertas fuentes sobre la historia de los otomíes describen la vivienda original de este indígena como estructuras de poca calidad, dimensiones muy pequeñas, techos bajos, generalmente con forma de rectángulo y estrechas, con una puerta y ninguna ventana. El material más utilizado para elaborar paredes y techos es la penca de maguey.
La vivienda típica otomí que era elaborada con la hoja del maguey en tiempos de antaño, ha sufrido algunos cambios y adaptaciones con el paso de los años, sobre todo promovido por la modernidad y la constante e intensa práctica migratoria.
Hoy, es una vivienda totalmente distinta tanto en materiales como en procedimientos de construcción, además de variar en su tamaño, distribución y forma, dando uso diferente al terreno y los espacios.
Las grandes ciudades, cercanas a los territorios donde están asentadas las comunidades otomíes han forzado de cierta forma la modernización de las mismas, pues la influencia y el atractivo de ciudades como el Área Metropolitana de la Ciudad de México, Puebla, Toluca y Santiago de Querétaro, han generado la migración de mucho otomíes buscando una mejor forma de vida y oportunidades de empleo.
Idioma otomí
El idioma otomí tiene al menos diez dialectos diferentes entre sus diversos hablantes. Los más comunes son:
- Dialecto de Texcatepec, que se encuentra en las montañas de Veracruz
- Dialecto de Huehuetle, hablado en Hidalgo y Veracruz
- Dialecto de Tenango, hablado en partes de Hidalgo.
De los diversos dialectos, algunos son tan diferentes entre sí que los hablantes apenas pueden entenderse, lo que suele generar controversias sobre si son idiomas completamente diferentes y no parte de la misma familia.
La historia de los Otomíes indica que el idioma Hñähñu es una lengua otomangueana, conformada por varios dialectos amerindios, hablado por más de doscientos cuarenta individuos en la zona central mexicana, pero en especial en los estados:
- México
- Puebla
- Veracruz
- Hidalgo
- Guanajuato
- Querétaro
- Tlaxcala
- Michoacán
Hay muchos dialectos distintos de la lengua otomí, que son generalmente inentendibles entre ellos y que poseen nombres distintos, entre los que se cuentan: Hñähnü, Hñähño, Hñotho, Hñähü, Hñätho, Yųhų, Yųhmų, Ñųhų, Ñǫthǫ y Ñañhų. Generalmente estos nombres se traducen en «hablar bien».
Se dice que el término Otomí tiene su origen en el náhuatl otomitl, que a su vez proviene de totomitl o tirador de pájaros.
Este nombre fue escrito por primera vez por frailes españoles después de que los españoles conquistaron México durante el siglo XVI, quienes también enseñaron a los hablantes otomíes a escribir es lengua valiéndose del alfabeto latino y gracias a esto existieron varios textos empleando su sistema de ortografía.
El idioma en el que fueron escritos estos libros se le nombra como otomí clásico, entonces gran número de los hablantes otomíes, dejaron de lado su idioma para hablar el español, situación que suele ocurrir principalmente por la imagen y los estereotipos negativos sobre su cultura creados por los náhuatl y los hispanohablantes.
Pero hacia el año 2003, cuando la lengua otomí, fue reconocida junto con otros sesenta dialectos como lengua nacional de México, esta visión negativa dio un cambio, sin embargo actualmente solo se registra unos 17.212 monolingües, es decir que solo hablan este idioma.
El idioma otomí es la séptima lengua indígena más hablada en tierras mexicanas y además simboliza una herencia cultural e intelectual, legado de muchas generaciones pasadas. Entre las principales características del hñähñú, al que se le conoce como la lengua mas bonita de México están:
- Tiene naturaleza tonal, debe ser muy bien pronunciado pues esto da el significado correcto y apropiado a la oración.
- Algunas palabras que siendo castellanizadas, son fáciles de recordar y emplear. El contacto de esta lengua con el español por largo tiempo, dio cierta similitud en la sintaxis, pero no en los sonidos.
- Su pronunciación se da en tres tipos de tonos distintos variando de acuerdo al dialecto, estos son: bajo, alto y ascendente.
- No es un lenguaje homogéneo, pues sus dialectos difieren en muchos aspectos, aunque en otros sean muy similares.
- No se emplea una distinción por género para los adjetivos y los sustantivos.
- Cuando se requiere el uso del plural, es indicado por el artículo y no por el sustantivo.
La historia de los Otomíes indica que estos indígenas fueron considerados las primeras comunidades sedentarias de los valles del centro de México y se organizaron en clanes familiares, bajo la autoridad de los señoríos. Mucho antes de la época de conquista la sociedad otomí se dividía en dos clases con marcadas diferencias:
-Nobleza, conformada por los gobernantes, sacerdotes y terratenientes, residenciados en zonas aparte, con privilegios y jerarquía.
-Macehuales conformados por plebeyos y campesinos, se dividían en calpullis, grupos o clanes conformados por aquellas familias que poseían un origen totémico o ancestro en común y ocupaban un espacio geográfico y respondían a una autoridad especifica.
Los calpullis eran unidades socio-políticas que en conjunto conformaban un señorío, sus líderes eran de los clanes nobles y dirigidos o gobernados por una figura conocida como Onaya.
Autoridad que con la conquista desapareció, igual que la sociedad otomí, que quedo desarticulada y despojada de toda libertad y autonomía.
En el presente
Para la época gran parte de estas etnias ocupan zonas de la región central de México, municipios de:
- Atlacomulco y Timilpan al noroeste
- Toluca y Lerma al centro.
Son comunidades donde la familia es la célula o unidad principal y básica de la misma, siendo el principio de la filiación, interlineal es decir esta es solo transmita por los varones de la familia. Generalmente son grupos extensos y no solo el padre, la madre y los hijos.
La organización de las comunidades otomíes por estos días es muy diferente a la pasada, pues actualmente todos tienen participación en las diferentes actividades agrícolas dependiendo por supuesto de su edad y género.
El trabajo de la tierra, el cuidado de los animales y las diferentes reparaciones son realizadas por el hombre generalmente, la preparación de la comida, el lavado de la ropa, el aseo y demás labores del hogar la llevan a cabo las mujeres. Pero cuando se acerca el tiempo de la siembra, la colaboración de todos los miembros de la familia es primordial y muy frecuente.
En la sociedad otomí existen las figuras intermediarias entre la comunidad y el gobierno de su región, con la finalidad de tener un representante de estos grupos que generalmente no son numerosos pues la migración en busca de mejor calidad de vida en otros sectores es muy habitual.
Cultura Otomí
La historia de los Otomíes hacen énfasis en que sus tradiciones y costumbres siempre han estado ligadas a su relación con el medio ambiente que les rodea y al relieve donde habitan.
Generalmente sus ceremonias y fiestas tienen la intención de invocar la lluvia, la protección de sus divinidades, honrar a sus ancestros, ensalzar su identidad y procurar la continuidad de su gente.
Durante el año es posible encontrar una serie de festividades, celebraciones y ritos, que suelen estar relacionados con el agua, un recurso escaso y por lo tanto muy valioso e importante, ademas de aquellos que celebran y enaltecen a la cultura otomí y su resistencia.
Es muy frecuente que estas celebraciones y ritos se realicen en lugares destinados a eso, tales como las capillas, muchas son familiares y que se destinan a la veneración y homenaje de los antecesores o estructuras temporales realizadas para la ocasión.
La intención es celebrar, homenajear y elevar ofrendas como símbolos de agradecimiento, resistencia, unión y orgullo de sus orígenes y cultura, rindiendo honor a la historia de los Otomíes.
Obviamente la estrecha relación entre la cultura, la espiritualidad y el espacio geográfico, influyen en las piezas artísticas de la zona. Imágenes religiosas, murales, bailes y danzas, la música y la tradición oral son la representación de ese vínculo estrecho que proviene de muchos siglos atrás y que son parte importante de la identidad otomí.
Para gran parte de estas comunidades aún con la modernidad de los tiempos que transcurren, sus costumbres y tradiciones son importantes. Muchos otomíes aún conservan y comparten sus creencias religiosas, sus ritos y ceremonias, además de su lengua nativa.
Su tradiciones y costumbres son ancestrales y están muy enraizadas en las comunidades, entre ellas la festividad del día de muertos, el carnaval, la feria de tomate y los ritos para mejorar las cosechas.
La historia de los Otomíes nos indica que desde tiempos antiguos el Carnaval se considera una fiesta donde se ofrenda y celebra a los malos aires que brotan de las aguas descontroladas y dañinas, estos son conocidos como el Viento comanche o el temido Arco iris, que acapara el agua útil.
El Carnaval es para los otomíes una celebración donde se invoca la lluvia necesaria para la vida y el cultivo, para esto se vestían con la ropa al revés, pues se dice que invertir todo hace que llueva.
Encontramos danzas añejas como las danzas de Santiagos, Negritos, Acatlaxquis, Moros y Matachines, que suelen recordar y enaltecer las creencias y tradiciones de antaño.
Se puede presumir que la más apegada a la tradición la danza de los Acatlaxquis que consiste en hacer figuras con un manojo de carrizos que los otomíes conocen como «acatlaxqui», que adornan de muchos colores y que ponen y tiran en distintas direcciones formando figuras muy bonitas.
Generalmente ejecutada por grupos de hombres y suele bailarse en distintas fiestas patronales. Sin embargo, entre las fiestas de mayor arraigo y participación esta la del Día de los Muertos. Una celebración extendida en todas las tierras mexicanas y que tiene como objetivo honrar a los difuntos.
Día de Muertos
La historia de los Otomíes señala que esta fiesta tradicional se fundamenta en la creencia de que todas las almas retornaban cada año un día puntual para visitar a sus familiares y conocidos, además de divertirse un poco, tal como lo hacían en vida. Es por esta razón que ese día es festivo, lleno de color, comida y bebida.
Con la llegada de los colonizadores europeos la fiesta varió un poco, pues se comenzó a celebrar a los niños difuntos el primero de noviembre, conocido como el día de todos los Santos, adornando sus tumbas con juguetes, globos, dulces y adornos coloridos.
El dos de noviembre conocido como Día de todas las Almas, se rinde honores a todos los difuntos adultos, haciendo altares y colocando alimentos y bebidas, objetos ornamentales y algunos personales de los mismos. Se quema incienso, se recitan oraciones, plegarias y se entonan cantos.
No puede faltar la flor tradicional de este día, una especie de caléndula conocida como el zempasúchil y la velas en cada tumba, para que su luz guíe a todos los espíritus a los hogares de sus familiares.
Este tipo de celebraciones procede de estas culturas antiguas, siendo generalmente una mezcla de espiritualidad y festividad popular, que se mantienen hasta nuestros días.
Un símbolo muy recurrente en la fiesta es la calavera, que para los nativos no era una representación de la muerte, sino de la vida.
Para le época esta celebración, aun cuando presenta cambios y variaciones, todavía tiene esas raíces tradicionales ancestrales y se celebra con mucho entusiasmo en todo México:
Día de los angelitos
El día del Espíritus de los niños o Día de los Angelitos comienza a la medianoche del 1 de noviembre, donde se cree que los espíritus de todos los niños fallecidos se reúnen con sus familias durante 24 horas.
Las familias construyen un altar, considerado una ofrenda, con fotografías del niño fallecido y sus refrigerios, dulces y juguetes favoritos, para alentar la visita de sus hijos fallecidos. Los nombres de los niños fallecidos a menudo se escribirán en una calavera de azúcar.
Día de los Difuntos
Este día se celebra a los espíritus de los adultos, a la medianoche del día siguiente, 2 de noviembre, las celebraciones cambian para honrar la vida de los adultos fallecidos.
La noche está llena de risas y recuerdos divertidos, como la noche anterior. Sin embargo, las ofrendas adquieren un estilo más adulto, con tequila, pan de muerto, mezcal, pulque y frascos de atol.
Las familias suelen celebrar, cantar y jugar juntas, recordarán a sus seres queridos y bailarán mientras algunos grupos de la localidad tocan sus melodías.
El Día de los Muertos
Este día es para celebrar a los espíritus de todos los muertos, es el dia final y celebración pública del Día de Muertos. En tiempos más recientes, las personas se reúnen en sus ciudades, se visten con caras pintadas de calaveras o esqueletos y tienen desfiles y exhibiciones en las calles.
Las visitas al cementerio también son comunes el último día, ya que las familias irán a decorar las tumbas con flores de caléndula, regalos y calaveras de azúcar con el nombre del difunto en ellas. Es costumbre limpiar la lápida y restaurar su color.
Las calaveras mexicanas están presentes en todos lados durante la celebración del Día de los Muertos. Los cráneos a menudo se dibujan con una sonrisa para reírse de la muerte misma y suelen tomar muchas formas, como dulces de azúcar, decoraciones de arcilla y lo más memorable: pintura de caras.
Las calaveras de azúcar están decoradas y colocadas en ofrendas de seres queridos, generalmente hechas a mano, en Alfeñiques, un tipo de dulce o confitura que se remonta a las épocas de la colonia.
La religión en la historia de los Otomíes
La cultura otomí posee tradiciones y creencias muy arraigadas en tierras mexicanas, procedente de épocas muy remotas esta cultura prehispánica está vigente en la actualidad, obviamente con ciertas variaciones.
En la vida religiosa aun cuando muchos de estos indígenas mexicanos son practicantes del catolicismo, no renuncian a sus creencias y con ellas sus rituales, ritos, ceremonias y peregrinaciones.
Es decir que, pese al sincretismo religioso con la religión católica, la historia de los Otomíes hace énfasis en lo importante que fueron y son sus creencias y prácticas.
Entre sus creencias y cultos, la figura del brujo y curandero siempre está presente. La brujería y el curanderismo se lleva a cabo en sus propias capillas y también en zonas remotas de bosques y montañas a donde realizan peregrinaciones.
Se considera que las capillas son lugares destinados al culto de las deidades y la oración, para las familias, donde se rinde culto a los santos cristianos o a sus dioses prehispánicos.
La figura del brujo o bruja para el otomí tiene poderes sobrenaturales que chupan la sangre del individuo para sacar de su organismo el mal.
Además, se encargan de hacer limpias, que consisten en limpiar de malas energías espacios o personas empleando huevos, plantas, copal, mezcal, plumas, agua, entre otras cosas.
Las curaciones suelen realizarse en las capillas, por lo que se le conoce también al brujo como capillero y atiende afecciones y dolencias del cuerpo y el espíritu.
Aunque para el otomí toda enfermedad es de procedencia anímica, pues las enfermedades generalmente se relacionan con la maldad y la venganza, causada por los celos, la envidia y el desprecio.
Este tipo de sentimientos deterioran a la persona y se refleja en el cuerpo, por medio de dolores estomacales, de cabeza, de espalda u otra parte del cuerpo, causando además debilidad, letargo, falta de apetito, sueños extraños, etc.
Los tratamientos se realizan con recursos y elementos de su entorno, por lo regular se tratan de las conocidas limpias. Pero dependiendo de la dolencia se utiliza la terapia de caliente y frío, si la afección es considerada fría utilizan remedios con temperaturas elevadas, hierbas y raíces como manzanilla, ruda, hinojo, hojas de falso pimiento, etc.
No solo es común los diversos rituales, también las peregrinaciones a santuarios muy antiguos, montañas, cuevas, grutas, bosques y lo que hoy son ruinas arqueológicas, siguiendo horas de camino para llegar a ellos. Los ritos y ceremonias suelen ser realizados por aquellos que saben, líderes espirituales
De este tipo de peregrinaciones y ceremonias suele ser muy conocida la visita al recinto de la etapa prehispánica Màyónníja, siendo un evento de mucha importancia para los otomíes de la Huasteca.
Es un ritual donde se da las gracias a las deidades por lo bueno y se pide la fertilidad y prosperidad para el próximo. Se considera el lugar donde se creó el mundo y por lo tanto todos los curanderos deben visitarlo, aunque sea una vez, para ganar el prestigio y el respeto de su comunidad, pues se comunicó con los dioses.
Cuando se realiza la peregrinación a Màyónníja, se visitan previamente otros sitios y recintos que también son importantes y sagrados para la historia de los Otomíes.
Muchos de estos lugares están ubicados en lugares lejanos, cañadas, fuentes de agua, cuevas y otras construcciones prehispánicas, razón por la que este viaje puede durar hasta dos semanas, siendo requisito obligatorio visitarlos y terminando el recorrido en Màyónníja.
La música en la historia de los Otomíes
Es importante resaltar que en la religión otomí, desde épocas de antaño hasta los días presentes, no hay ofrendas y presentes que los otomíes entreguen en las ceremonias a sus deidades sin que la música sea parte fundamental.
Cada potencia sobrenatural y divina que está presente en nuestro mundo, tiene su ritmo y son. Es decir, que cuando se realizan ofrendas al agua o a las tormentas, los músicos estas se acompañan con el son correspondiente.
“Yo soy la nube, soy la tormenta, y recorro el mundo porque Dios me ha dado el poder para que todos mis hijos se beneficien de mí.¿Quién puede darles a ustedes agua cuando tienen sed, sino yo?
¿Quién hace brotar el agua, nacer las plantas, sino yo?Todos mis hijos que sufren sobre sus tierras, sobre sus parcelas, no se perderán gracias a mí. Porque soy la que los refresca, soy la tormenta fresca”. (Canto de la Tormenta o bi tãye)
Los músicos tocan y todos los participantes y ofrendantes cantan y danzan el son, casi siempre bajo el efecto de la hierba Santa Rosa o medicina, como se le conoce entre algunos aborígenes a la marihuana.
La hierba Santa Rosa suele ser empleada en casi todos los rituales otomíes: agrarios, para los antepasados o muertos y curativos, Pues se dice que solo asì se entra en contacto con las deidades.
En los rituales y ceremonias el canto y la música de las comunidades otomíes, se intercala con plegarias y oraciones de gratitud, arrepentimiento y peticiones.
Panteón Otomí
Las deidades de las culturas de las tierras mexicanas, específicamente en la zona central, presentan muchas similitudes a pesar de sus diferencias lingüísticas. Por esta razón muchos de los manuscritos y materiales prehispánicos existentes relacionados a la religión, no se atribuyen a una comunidad en particular.
En el caso de la comunidad Otomí, veneran diferentes dioses relacionados con el mundo natural. Sus deidades son la encarnación de elementos de la naturaleza, como el sol, la luna, la tierra, el aire, el fuego, el agua, entre otros.
Encontramos una pareja de dioses primordiales a los que llaman «Madre Vieja» y «Padre Viejo» y generalmente eran representados con maderos envueltos en telas muy elaboradas. Al resto de las deidades se les recreaba con rocas.
Estos dioses primordiales de los Otomíes son los creadores y padres de la raza humana, por lo tanto son los responsables de la existencia de los otomíes en la tierra y están relacionados a todos los fenómenos de la naturaleza.
Esta cultura los considera padre y madre, además de ser los responsables de cubrir las necesidades de todos sus hijos.
En los festejos de Mätha, lo que conocemos como Corpus Christi, una pareja de ancianos de la comunidad representa a estos añejos dioses otomíes. Algunas de las deidades que conforman el panteón otomí incluyen:
«Madre Vieja» y «Padre Viejo» en las comunidades de Hidalgo fueron llamadas «Zi naná» y «Zi dadá», en el estado de México “Makamé” y “Makatá” respectivamente. En el Códice de Huamantla, ambas deidades se representan en el interior de una caverna, desde donde se presume salieron los primeros otomíes, antepasados de todas esta comunidades.
Madre Vieja
Conocida en el estado de México como Makamé y en Hidalgo como Zi naná, esta diosa se asocia la tierra y a otras deidades como Xochiquetzal, la diosa de las flores y la belleza y Nopot’ejä señora de la impureza. Es un ser divino que también está relacionado con el cielo en la noche, sobre todo con la parte femenina de nuestra galaxia.
En los principales asentamientos otomíes hacia el siglo XIII, se le veneraba en diferentes cultos, pero era honrada en una fiesta anual exclusivamente para ella, presentándose numerosas ofrendas, casi siempre productos de la cosecha.
Se incluyó en algunos cultos lunares, muy importantes en las creencias de estos aborígenes, pero no se le asoció directamente con la luna.
Padre Viejo
Tal como su pareja el dios primordial era conocido en Hidalgo como Zi dada y en el estado de México como Makatá. Esta deidad fue asociado a muchos elementos y situaciones:
- Dios del fuego sagrado del hogar.
- Dios Dios del Fuego relacionado con el fuego sagrado del hogar.
- Deidad del centro fundamental de los cuatro rumbos cósmicos: oriente, poniente, norte y sur.
- Señor de la guerra.
- Portavoz de los señores muertos.
- Suele asociarse con el astro Rey, pero lo representa o es el equivalente.
Es una deidad que tiene equivalentes en otras culturas y creencias cercanas como Huehuetéotl el conocido Dios Viejo del Fuego. Xiuhtecuhtli o Señor del año y Otontēuctli el Señor de los otomíes, reconocidos y honrados por muchas culturas mesoamericanas.
Se le honraba entre el 11 y el 30 de agosto, mes al que denominaban Antängotü, en una celebración que se conocía como la caída de los frutos o Hueymiccailhuitl, el gran festín de los difuntos.
Otras deidades
Lamentablemente las fuentes que abarcan las deidades otomíes son bastantes escasas, demostrando su similitud con deidades nahual. No obstante a continuación le presentamos algunos de los conocidos:
- Yozipa o totol, que significa ave y se considera uno de los dioses mas importantes.
- Ayonat Zyhtama-yo, señor de las batallas.
- Auaque y Tlaloque, catalogados como dioses menores para llamar a la lluvia.
- Bimazofo, se asocia con la cosecha y los cultivos.
- Edähï, relacionado al viento.
- Et’axäkak’ëngüi, conocido como la blanca serpiente de nubes, asociado a la guerra y la cacería.
- Hmühai o señor de la Tierra.
- Hmü’ye, deidad de la lluvia.
- Huehuecóyotl o el Coyote viejo.
- Nok’ënmaxi/Ek’ënmaxi, esta se conoce como la serpiente de plumas largas, emplumada o barrendero.
- Nopot’ejä, suele asociarse con el excremento o los desperdicios.
- Noyo jwä, llamado dos conejos.
- Ojädäpo o el señor del monte.
Los otomíes y la muerte
En tiempos ancestrales los otomíes generalmente no abandonan la tierra donde eran enterrados sus muertos y a estos se les prestaba siempre la debida atención.
Se dice en la historia de los Otomíes que los difuntos también desean agua y alimentos, razón por la que en cada Fiesta de Todos Santos se le da como ofrendas.
Sin embargo, muchos difuntos no tienen familiares vivos que este día los reciba y les ofrezca alimentos y bebida, son lo que ellos llaman muertos olvidados.
También están aquellos difuntos que murieron trágicamente, fueron asesinados o accidentados. Para estos difuntos existe una celebración que se lleva a cabo el 18 de octubre, días antes de la Fiesta de Todos Santos y se conoce como los muertos de San Lucas.
Los muertos de San Lucas celebran a todos los difuntos que tuvieron una muerte violenta o trágica y que generalmente hace de estos espíritus muy peligrosos.
Dicen los otomíes que estos muertos son los llamados malos aires o Dähï anima el Viento de muerto. Es el que causa enfermedades en la gente y tratan con empeño de extraerles la vida.
También se conocen otros difuntos, aquellos que suelen espantar y asustar, que son muertos mutilados, tales como el Viento sin mano o Tzëye-dãhí o el Viento ciego.
La historia de los Otomíes indica que estos pavorosos espíritus cuando desean agua, se aparecen en el cielo, pintados con los colores de las flores del campo santo y acaparan el agua que manda el cerro a los seres vivos.
Esto no es otra cosa que la aparición del arcoíris o Bekh’ëní, tan temido por los Otomíes, pues dicen que esos colores indican que estos espíritus no dejarán caer el agua a la tierra que la necesita, robandosela y causando mal.
Además cuando aparecen estos espíritus coloridos en el cielo es porque también desean encontrar compañía, lo que significa que desean matar a alguien y entonces persiguen y corretean a los vivos.
Leyendas Otomíes
Como otras culturas la historia de los Otomíes guarda innumerables relatos que dan una idea de la forma en que interpretaban el mundo. Algunos de los más conocidos son:
Los uemas
Los Otomíes afirmaban que los uemas eran sus ancestros, describiendolos como gigantes poderosos, de fuerza inverosímil pero frágiles como el cristal, por lo que si tenían el infortunio de tropezar y caer podían quebrarse en mil pedazos
Eran maestros alfareros, conocimientos que legaron a sus descendientes y que estos perfeccionaron. Construyeron grandes templos de roca maciza gracias a su increíble fuerza.
Se dice que esto milenarios gigantes comían carne, de cualquier animal que pudieran cazar, pero su favorita era la del conejo. No sembraban porque eran nómadas y nunca estaban lo suficiente en un lugar para desarrollar la agricultura. Razón por la que no comían mucho maíz.
Se vestían con pieles de los animales que cazaban para comer y disfrutaban mucho recorrer todas la tierras, solían viaja hasta tierras lejanas, pero su lugar predilecto eran las zonas del Oeste, pues era el punto donde comenzaba el descenso del sol hasta el Inframundo, como afirmaban los mesoamericanos.
Cuenta la historia de los Otomíes que los uemas perecieron debido a un diluvio, sin embargo hay quienes creen que aun visitan la tierra y lanzan hechizos sobre el malvado y dan ayuda a la gente buena.
Se dice que en tierras mexicanas aún se pueden encontrar las osamentas de estos gigantes y que si se muelen y mezclan con agua u otro líquido, se pueden curar muchos males.
El Cuauhtli o el árbol de los ojos
La historia de los Otomíes nos relata que en las riberas del río Xichú, justo en el lugar donde sus corrientes son mansas, se estableció un poblado indígena, cuando aún los europeos no asomaban por el nuevo mundo.
Eran gobernados por un joven e impetuoso guerrero de nombre Chuin, en nuestra lengua Pájaro Azul y su bella consorte Andoeni, conocida por su belleza e hija del guerrero legendario Anyeh.
El pueblo disfrutaba de abundancia y prosperidad, los dioses eran buenos con ellos y les protegían, por lo que las personas vivían agradecidas y felices.
Pero una tarde llegó a sus tierras un poderoso brujo, al que llamaban Sajoo, quien impresionado por la hermosura y juventud de Andoeni, vaticinó:
“¡Qué bella es la flor del valle, y qué feliz su poseedor! Pero no tardará el día en que el río tragará su vida y entonces será todo llanto y aflicción en este pueblo.”
La nativa impresionada, sin demora preguntó: ¿puedes revelar cuál será la razón de mi pronto deceso? A lo que el brujo respondió:
“De lejos vendrá un hermoso guerrero que te embrujará con la mirada de sus ojos, por él despreciarás el amor puro de tu esposo. Todo lo olvidarás; todo lo olvidarás por seguir tras sus ojos brujos que te traerán la muerte.”
El cacique se enfureció con semejante profecía y ordenó expulsar al hechicero de la aldea y abandonarlo en lo profundo del bosque para que fuera el alimento de las fieras. Así ocurrió y en medio del bosque Sajoo exclamó:
“Chuin no tendrá simiente de amor, porque el río se la llevará” y con una carcajada escalofriante se esfumó.
Con el tiempo la tranquila gente del pueblo olvidó el episodio con el hechicero y prosiguieron su vida con normalidad, hasta que un día llego de tierras lejanas un guerrero con su numeroso ejército.
El cacique Chuin se adelantó a recibirles y dar la bienvenida apropiadamente al embajador del monarca Moctezuma Ilhuicamina, el Flechador del Cielo.
Pero cuando el cacique se encontró frente a frente con el desconocido guerrero, rayos y truenos hicieron temblar el cielo hasta el momento claro y despejado, de manera inexplicable.
Los truenos no se detenían, pero nunca hubo muestras de lluvia, causando mucha más zozobra en los pobladores. El guerrero, conocido como Coyoltototl, el Gorrión Pañalero, fue atendido como correspondía a su cargo de general del emperador Moctezuma Ilhuicamina, ofreciéndole alimento y alojamiento para que se repusiera él y su ejército.
Las atenciones no escatimaron, se agasajó al guerrero en todas las formas por orden del cacique Chuin y su esposa estuvo a su lado a cada instante.
A pesar de su aspecto aguerrido y excesivamente serio, era un hombre educado, delicado en su trato y por demás guapo, sus ojos tenían un misterio oculto, algo que parecía hechizar y que causaba intriga.
Cuando miraba fijamente parecía dominar y doblegar, haciendo a las personas obedecer sin miramientos a sus mandatos y eso comenzaba a perturbar a Andoeni. Pasaron los días y los guerreros a un permanecían en el pueblo.
Un amanecer la esposa del cacique, fue a bañarse al río, una costumbre frecuente, pues contaba con un lugar especial en la ribera para eso donde nadie la perturbara. En ese espacio la corriente era muy tranquila y no tan profunda, rodeado de vegetación que le daba cierta privacidad.
Aún no aclaraba, cuando la joven iba a su lugar de la ribera y le interrumpió Coyoltototl, que miraba con intensidad los ojos serenos de Andoeni, quien sintió un estremecimiento estando tan cerca del guerrero que tanto la perturbaba.
El guerrero mexica, sin dejar de verla a los ojos, la tomó y la besó, la mujer no opuso resistencia como presa de un embrujo y el guerrero alzándose por la cintura se la llevó a lo más espeso del bosque.
Las horas pasaban y la esposa de cacique no regresaba, preocupando a toda la aldea. Pensamientos terribles venían a sus mentes, pudo haberse ahogado, atacada por una fiera o mordida por una víbora venenosa,
Antes de caer la noche el cacique ordenó su búsqueda, el encabezando a un grupo de guerreros se dispersaron por las cercanías de la aldea, el río y el bosque.
Lanzaron voces llamándola en la oscuridad de una noche sin luna y nadie respondía al llamado, sólo se escuchó el canto de un tecolote y el cacique tuvo un presentimiento:
– ¿Es posible que las predicciones del hechicero se cumplan? ¿Acaso los dioses decidieron que perdiera el amor de su hermosa esposa?
Buscaron toda la noche y no dieron con ella, ni su rastro, ya el desolado Chuin tenía en su mente una terrible tragedia y decidieron retornar al pueblo al amanecer para poder reponerse y retomar la búsqueda.
El canto lúgubre del tecolote se escuchó nuevamente y la vereda angosta que se hacía interminable no tenía rastro alguno de su mujer.
Sin embargo, notó una senda apenas perceptible, escondida entre la vegetación y que se adentraba en el corazón de la vegetación intrincada. De pronto, el cacique pudo oír una voz suave, se paralizó y muy silencioso esperó.
Las voces no se detuvieron y él comenzó a caminar en esa dirección, era su esposa y pronunciaba palabras dulces de amor.
Para su sorpresa al llegar al claro encontró a su amada en brazos del guerrero Coyoltototl, en actitud apasionada. Ciego de odio y celos, se abalanzó sobre el hombre y comenzó un terrible combate, pero Chuin no dio respiro y su puñal atravesó el corazón del forastero.
Tendido en el suelo, Coyoltototl aún le miraba fijamente con sus ojos malévolos, el cacique con odio y herido también gravemente, sacó los ojos del traidor y los clavó al tronco del árbol más cercano.
Andoeni despertó de su embrujo, como quien despierta de un sueño y al contemplar la terrible escena, enloqueció y se arrojó a las aguas embravecidas del río donde murió ahogada. ¡Las predicciones de Sajoo se cumplieron!
Desde entonces ese árbol que nunca había dado frutos, comenzó a florecer, pero sus frutos tenían mucha semejanza a los ojos de un ser humano y los dioses les otorgan cualidades benignas.
Los hechiceros y curanderos le conocen como Ojos de venado y la utilizan para alejar el mal de ojo y cualquier otra energía negativa.
El origen del mundo
Los primeros días del mundo eran oscuros, no había sol, los seres humanos no sabían de la existencia del maíz y vivía de un lado para otro en los montes, solos. No había pueblos, ni cosechas, hombres y animales vivían en los montes.
Zhú el malo, era quien poseía todas las tierras, era el propietario original de las mismas. Pero existía un niño muy pequeño, al que consideraban “diosito, hijo de Dios” y que los otomíes conocen como Òjä, como llamaban posteriormente al dios cristiano y que asocian también con el Señor Salud o San José.
El Santo Niño estaba sentado muy solito, pero los malos comenzaron a perseguirlo porque lo querían matar. El malo le buscaba y correteaba, entonces el niño buscaba refugio en las casas de la gente vecina. Pero los malos dispararon muchas flechas, hiriendo al pobre niño de muerte, que alcanzó a esconderse.
Con la intención de atraparlo, los malos mandaron al gallo a cantar si veía que Cristo se levantaba. Pero el animal decidió que no los ayudaría y solo cantó cuando Cristo, el cuarto día, subiéndose a un árbol pudo llegar al cielo con su padre.
Obviamente el gallo cantó cuando era muy tarde para los malos y no podían darle alcance al niño. Al subir al cielo Cristo se elevó tanto que se convirtió en el Sol que conocen como Hyadi.
Cuenta la historia de los Otomíes que del árbol cayeron treinta y dos gotas muy pequeñas de sangre, de las cuales dieciséis se transformaron en granos de maíz y las otras en fuentes y cuerpos de agua.
Todos los ríos, los pozos y otros depósitos naturales de agua que se formaron de las gotas de sangre quedarían marcado con una cruz y el agua nunca se agotará en estos lugares. El niño Dios dejó así también dieciséis huevas de pescado, de las que se formaron los manantiales.
La Sirena o Xúmfo Déhe (el agua) contó cuantas huevinas habían quedado en el mundo y preguntó qué trabajo querían: “que no se seque el lugar donde estoy” respondieron.
Así que el cerro de su vena les dio agua permanente, por lo tanto, todos los lugares donde están las huevinas tienen agua que, aunque está ahí es del cerro, pues de ahí nace, aunque fue la Sirena quien se la envió.
El Coyote
El coyote es un animal que desde tiempos antiguos está presente en el imaginario mexicano y en este caso en el Otomí, siendo parte de sus expresiones populares y representado en esculturas y otras muestras artísticas.
Protagonista de numerosos mitos, leyendas, cuentos, canciones y hasta conjuros y hechizos, este animal es parte de la vida del Otomí, su carne es parte de sus alimentos, su piel es empleada en la elaboración de instrumentos musicales, atuendos y piezas de vestir y para ceremonias y hechizos.
En el cuento e historia de los Otomíes se tienen diferentes visiones del coyote, el del animal ingenuo y hasta tonto, que aun siendo el victimario puede ser derrotado por aquel que considera más débil, pero que resulta mas astuto, como en el relato Otomí donde se encuentra a una borrega:
La borrega y el coyote
Una borreguita extraviada llevaba en la montaña cerca de tres noches y en una oportunidad se encontró con un coyote que se acercò a conversar:No te voy a comer, borreguita, por lo menos no hoy. ¿Por qué andas sola?
-No me comas coyote, respondiò. Yo te digo dónde puedes encontrar un borrego blanco. El coyote creyendo en las palabras del animal se puso muy alegre.
Córrele para que puedas alcanzarlo y cuando estés muy cerca de él, das un gran salto, le caes encima y lo atrapas. El coyote haciéndole caso dio una gran carrera, corrió lo más rápido que pudo y cuando divisó un gran bulto blanco, diò un brinco listo para capturarlo. Pero era solo una gran planta de cardón color blanco. Pero también se le atribuye en algunas historia la bondad y el compañerismo, tratando de ayudar a quien lo necesita:
El perro y el coyote
En busca de algo que comer, un coyote se topó con un perro algo viejo. Muy curioso preguntó: ¿Qué haces por estos lados, perrito viejo?.
No mucho, señor coyote, mi amo me sacó de la granja porque dice que ya estoy muy viejo para proteger a las gallinas y no me quiere más.
Tranquilo amigo perro, no tenga cuidado, te va a querer otra vez. Vamos a hacer
una cosa, hoy por la noche espérame despierto en la granja, voy a sacar una gallina del corral y cuando me veas comienza a ladrar.
Cuando tu amo se despierte y se asome, haces como si me atacaras y mordieras, corres y me persigues, entonces yo voy a entregarte la gallina y huirá despavorido. Le llevas la gallina a tu amo y se la pones en los pies, verás cómo te va a querer de nuevo.
El perrito viejo hizo esa noche todo como le indicó el amigo. Al día siguiente salió a los alrededores y se encontró nuevamente al coyote.
¿Cómo te fue perrito viejo?— preguntó el simpático animal. A lo que el perro muy contento le contestó : Ahora si me quieren mucho mis amos. Estoy muy agradecido coyotito.
El coyote sonrió y le contestó: Ya te decía yo, te iban a querer de nuevo perrito viejo. Por estos lugares nos estaremos viendo.
La Sirena o Xúmfø Dehe
En la historia de los Otomíes, el agua tiene género, como las demás figuras sagradas y sobrenaturales de su cultura. El agua es un ente femenino a la que se refieren como la Sirena, Xúmfø Dehe, la Señora del Agua o Santa Agua. Que tiene una pareja o contraparte masculina, conocido como el Sireno o Buèhe déhe.
En los relatos otomíes a la Sirena o Xúmfø Dehe, se le describe adornada con joyas formadas de gotas de agua, luciendo hermosas prendas de tono verdiazul, pues se le considera una deidad del reino de la humedad o šun-ka, el agua, las planta exuberantes y del amor.
Entre los otomíes, la Sirena es una mujer de incomparable belleza, aun cuando se le describe como un ser mitad mujer, mitad serpiente o pescado
Se dice que aparece de forma repentina en los manantiales, pozos y estanques, donde se ven habitualmente serpientes, animales que deben ser respetados, pues su muerte puede ocasionar que la fuente de agua se seque.
Otras historias nos cuentan que la Sirena puede tener otras formas, medio mujer y medio pájaro, un pez de gran tamaño e incluso un remolino.
Algunos relatos la describen como un ser monstruoso, que tiene una cabeza de reptil con poderosos dientes o la conocida Víbora de Nubes o Cola de Agua, que recorre el firmamento.
Cuando toma la forma de una mujer, tiene una sensualidad irresistible que utiliza para hacer que los hombres le sigan aturdidos por sus encantos y le sigan hasta el agua, donde se perdían en las corrientes de agua y los remolinos, para luego ser uno más de sus peones.
El hogar de la Sirena es el mar, al que los Otomíes suelen llamar Agua grande, pero puede presentarse en cualquier cuerpo de agua que hay en la tierra, por lo tanto, aun cuando las comunidades Otomíes no realizan procesiones al mar por las distancias que les separan de este, visitan estanques, pozos, manantiales y demás fuentes de agua cercanas.
Todos los lugares donde mana el agua, sea pozo, manantial, grutas o cuevas se consideran lugares sagrados donde ella habita y las ofrendas le son entregadas ahí.
Es muy común que los otomíes lleven canastas y cestas llenas de ofrendas, que colocan en el agua para que cuando se sumerja la Sirena disponga de ellas como Dueña del Agua y de todo lo que hay en ella.
Es una figura que se trata con mucho respeto, cuidado y delicadeza, pues tiene un carácter muy cambiante y explosivo, representando la forma más peligrosa e incontrolable del agua.
Algunos de los obsequios y ofrendas que se le entregan incluyen comidas y bebidas. Pero al ser una mujer vanidosa le agradan mucho los espejos, sombrillas, joyas, labiales, vestidos en sus colores favoritos, zapatillas, sombreros y guitarras.
La leyenda del águila en San Ildefonso Tultepec
Mucho tiempo atrás, en los primero días del mundo y de los hombres otomíes, una imponente águila se posó en los lugares donde hoy se asientan las comunidades que son el hogar de estas tribus. Así fué, hace ya mucho tiempo.
Se detuvo en San Ildefonso y en este lugar se levantó la antigua iglesia. En la comunidad se iniciaron los trabajos de construcción del templo, en un valle donde se cultivaba el maíz.
Pero era un lugar muy bajo para el águila y no le gustó, era estrecho para sus alas y no podìa elevarse majestuosa. Levantó el vuelo en busca de otra parada, justo donde ahora se encuentra la iglesia de la aldea.
Cuando el águila se detuvo en la tierra, divisó los cuatro puntos cardinales y extendió sus grande alas, porque era de su gusto y era bueno para hacer la segunda iglesia. El ave muy contenta, desplegó sus alas y los otomíes no dudaron en sentar las bases de su nuevo templo sagrado.
El águila libre e inquieta levantó el vuelo hasta la ciudad de México y ya en esas tierras, se posó en un nopal y algunos pueblos la siguieron para construir una nueva ciudad.
El águila abrió sus alas y desapareció en el cielo, nunca se supo a dónde se había marchado. La historia de los otomíes que habitan en San Ildefonso Tultepec relatan que todas las ciudades e iglesias se construyeron donde el Águila se posó y que después de esto nunca se supo de ella.
La muñeca Otomí
Todos aquellos que han pasado por tierras mexicanas se han encontrado con estas muñecas en muchos lugares y es importantes conocer un poco de estas artesanías que son emblema de la historia de los Otomíes y su cultura.
El único nombre que he encontrado para estas muñecas de trapo, con el pelo adornado con cintas y trenzas y un vestido indígena lleno de color es «Marias», con la intención de diferenciarlas de otras muñecas de trapo.
Las Marías, si bien se pueden adquirir en la mayoría de los lugares turísticos de México, se afirma que se originaron en el estado mexicano de Querétaro, más específicamente en el área del sur donde se encuentran los otomíes.
Según algunos coordinadores y representantes culturales de estas zonas, la fabricación de estas muñecas en particular comenzó con un programa fundado por la hija de Diego Rivera, Guadalupe, en la década de 1970 como una forma de proporcionar a las mujeres otomíes locales una fuente alternativa de ingresos.
La popularidad de las muñecas en todo el país se debió en parte a la popularidad de una actriz de cine, que solía ir vestida de manera similar a la que llamaban María, la india, hacia la misma época.
Cabe señalar que el personaje de La India María se basa en la etnia vecina, vestida de manera similar llamada Mazahua, que también afirman haber originado la muñeca.
La aparición de Marías en varios lugares de México probablemente se atribuye a que los turistas aprecian este tipo de artesanías, por lo que hoy en día, se pueden encontrar variedades de muñecas en la mayoría de los lugares turísticos, y se pueden adaptar a la vestimenta indígena de otras etnias, variando incluso el color de la piel de la misma.
Con el paso del tiempo se ha cuestionado en algunos lugares si estas muñecas son verdaderamente hechas a mano o no, ya que ha habido casos donde se elaboran en fábricas con el objetivo de venderlas lo más barato posible.
Sin embargo, esto no quiere decir que no se puede obtener las que están hechas auténticamente por los otomíes, especialmente en Amealco, la ciudad de Querétaro, Santiago Mexquititlán y San Ildefonso Tultepec.
La autenticidad no se basa necesariamente en la costura manual, pero no es frecuente encontrar piezas unidas con pegamentos. Las muñecas pueden o no tener articulaciones móviles, dependiendo de dónde estén hechas.
La mejor manera de notar una pieza auténtica es a través de la cara y el vestido, considerándose que las mejores muñecas tienen caras cocidas o pintadas y el vestido debe tener elementos bordados a mano.
También es importante tener en cuenta que hay dos variedades de muñecas hechas por los otomíes de esta región, quizás las más conocidas son de Santiago Mexquititlán.
Por otro lado, están las de San Ildefonso Tultepec, donde la cabeza y el cuerpo de la muñeca están formados por tela enrollada, generalmente una muselina rígida y luego doblada en la cabeza. El frente se indica con una cara pintada o cocida y el rollo posterior se ve como un cabello largo y grueso, cubierto con un pañuelo.
Amealco alberga un museo y un concurso anual a nivel nacional, generalmente en Noviembre para artesanos que elaboran este tipo de muñecas hechas a mano, como un medio para promocionar el producto y el propio municipio como centro de piezas auténticas.
En 2014, el estado de Querétaro presentó la documentación para que la muñeca se reconozca oficialmente como propias de esa región y solo las muñecas hechas en el estado se consideran auténticas. Situación que ocurre con el origen que tienen el tequila y algunos otros productos.
La autenticidad sería importante para los artesanos del municipio de Amealco, ya que el área es una de las más pobres de Querétaro y alrededor del 70% de la población indígena se dedica a hacerlas.
La iniciativa para el nombramiento inicia a finales del año 2017 y para el 15 de agosto del 2018 se hizo oficial. La celebración por el logro incluyó festejos en el municipio de Amealco, donde se exhibieron y vendieron las famosas Marías y se disfrutó de música, danzas y comida.
Fue un homenaje a la historia de los Otomíes y a estas muñecas de tela que tiene más de cien años y las manos de los artesanos otomíes que le dan vida.
Este nombramiento de autenticidad es una manera de proteger la labor de más de diez mil costureras y artesanas indígenas, quienes crean unos cientos cincuenta mil mensuales para el mundo y que mantienen vivo el patrimonio cultural indígena de las etnias de Querétaro. La decisión incluye tres modelos de muñecas:
- Dongxu, originaria de San Ildefonso Tultepec
- Lele, elaboradas en Santiago Mexquititlán, con sus dos estilos: la de ojos bordados y la de aplicaciones de tela para confeccionar el rostro.
Una muñeca de seis metros
Con la intención de promover las tradicionales muñecas otomíes, el estado de Querétaro se involucró en la confección de una inmensa muñeca a la que llamaron Lele que se traduce com bebé en esta lengua nativa.
La espectacular Lele mide unos seis metros de altura y recorrió en una singular gira algunas de las principales ciudades del mundo, entre las que se incluyen Madrid, Sídney, Londres, Shanghái y San Francisco.
La muñeca era exhibida en algún punto de la ciudad y quienes se acercaban a verla, recibían información relacionada a la historia de los Otomíes, la muñeca, su fabricación, los materiales empleados y su relevancia para la cultura de la nación mexicana.
Además, para aquellos que deseaban adquirirla se le indicaba cómo hacer su compra a través de Amazon Handmade y así tener su propia muñeca de trapo en casa, un pedazo de la historia de los Otomíes.
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