Una de las leyendas más famosas de la antigua Grecia, que relata la batalla cuerpo a cuerpo de Teseo y el Minotauro; una bestia mitad hombre mitad toro que se alimentaba de carne humana. Te invitamos a descubrir un poco más de esta interesante leyenda de Teseo y el Minotauro.
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Teseo y el Minotauro
La leyenda inicia con el poderoso y aterrador toro de Creta, esta bestia descomunal surgió del fondo del mar a través de la concepción del poderoso dios Poseidón. Un enorme animal de color blanco que el dios de los océanos produjo a pedido de Minos, como un signo de gracia por la atribución dada para reinar Creta ante sus hermanos Radamantis y Sarpedón.
El prodigio ejecutado en presencia del público le correspondió el derecho de reinar a Minos, transformándose así en el legendario rey que la historia conoce. Ahora, como se predijo en la mitología griega, las primeras desgracias y conflictos surgieron del primer éxito; la condición que Poseidón exigió a Minos no fue otra que ofrendar el toro prodigioso y ofrecérselo durante los festivales religiosos.
Minos mantuvo a la bestia en sus establos con la intención de cumplir el mandato divino, pero quedó fascinado y completamente cautivado por la belleza del magnífico animal. Por lo tanto, en el momento del sacrificio, el rey de Creta no cumplió al dios que se inclinó a su favor; simplemente no podía matar al toro y destruir no solo su belleza, sino también la evidencia física del origen divino de su posición indiscutible y su legitimidad como rey.
Pero Minos no podía sencillamente rehusarse a cumplir, por lo que concluyó reemplazar la expiación colocando en lugar del toro de Creta el más sobresaliente ejemplar de su reino. No es necesario tener pericias de acierto para sospechar lo que aconteció después; de hecho, Poseidón detectó la trampa y optó por sancionar la mezquindad y la presunción del rey.
El dolor no solo fue cruel, sino que involucró a terceros ya que el dios insertó a Pasífae la esposa de Minos, una pasión salvaje e imparable por el gran toro de Creta. A partir de entonces, la reina no pudo prestar atención a nada más que a la gran bestia blanca, hasta que sucedió lo inevitable; la reina Pasifae tuvo un apasionado encuentro carnal con el toro.
Sin embargo, la pasión no era suficiente para que la reina satisficiera su deseo revivido, por lo que necesitaba el ingenio del brillante artífice y constructor Dédalo, quien elaboró un artilugio de madera hueca en forma de vaca que permitió colocar Pasífae adentro acostada sobre su pecho; el toro se peleó con el animal de madera y por lo tanto, con Pasifae.
Después del acto sexual para vergüenza de Minos, Pasífae resultó embarazada. La condena de Poseidón se volvió cada vez más turbulenta, porque nueve meses siguientes se manifestó que lo que estaba creciendo en el útero de la reina no era un niño normal. Lo que nace es una criatura terrorífica con el cuerpo de un humano y la cabeza de un toro; este es el origen trágico del temido Minotauro.
En esta circunstancia, Minos se dispuso esconder la espantosa vergüenza soportada. El rey recurrió a la extraordinaria mente de Dédalo para solventar, en lugar de enterrar el inconveniente. Para acatar con la orden real, el majestuoso inventor bosquejó un laberinto profundo y complicado para aprisionar al Minotauro en su interior.
Minos decidió conservar vivo a la atroz bestia, de manera que para que no muriera en su confinamiento eterno y laberíntico, se vertían ofrendas humanas habitualmente en la obra inigualable de Dédalo para que el Minotauro se alimentase de ellos.
Las ofrendas vinieron de la ciudad de Atenas como escarmiento por la muerte del hijo de Minos, Androgeo. La escandalosa condena que Minos infligió en Atenas, fue la obligación de ofrecer regularmente a siete hombres y siete mujeres ambos jóvenes para otorgarlas mediante un ritual al Minotauro en el laberinto. El compromiso de odio se hizo después de que Minos lanzó su flota, accedió Atenas y la obligó a rendirse.
Para que la guerra no termine con la destrucción de la ciudad, Atenas acepta rendir el despiadado homenaje que exige el rey de Creta. La acción bélica comenzó cuando Minos se enteró de la muerte de su hijo Androgeo, un atleta notable que había ido a Atenas para los juegos panatenienses. Después de ganar varios concursos, Androgeo murió, lo que enfureció a su padre.
Las cuentas divergen sobre la causa de su muerte. Unos cuentan que Egeo, el rey de Atenas lo desafió por el deseo de localizar al toro de Creta, pero murió en el intento. Otros afirman que padeció durante la ofensiva entre atenienses y cretenses, no más que aquellos que imputan la culpa a los celosos participantes fracasados; no hay una versión inequívoca.
Sin embargo, el castigo impuesto por Minos tenía un precio: si alguien lograba matar al Minotauro y salir victorioso del laberinto, entonces Atenas sería liberada del tributo. Pero superar el laberinto de Dédalo era imposible y matar al Minotauro no fue tarea fácil, esta bestia estaba fuera de control y se alimentaba exclusivamente de pollo, leche de elefante y carne humana; a medida que crecía, se volvió más feroz y más brutal.
Es en este punto de la antigua leyenda cuando aparece la representación del héroe Teseo. Este héroe era el primogénito de Etra y el señalado rey de Atenas Egeo, sin embargo hay narraciones que señalan que su auténtico padre era Poseidón. El osado Teseo se ofreció como voluntario en el tercer traslado de tributos de Atenas a Creta. Allí se encuentra por vez primera con la bella princesa Ariadna, hija de Minos y Pasífae, y por tanto, hermana del infeliz Minotauro.
Ariadna resultó tan embelesada que quiso auxiliar a Teseo en su heroica labor. Que de acuerdo a la leyenda más extendida, la princesa hizo suministro de un ovillo de hilo; un ingenio que por recomendación de Dédalo, permitía salir del laberinto. El personaje ateniense sólo debía encadenar una punta del hilo en la entrada de la obra de Dédalo y tras matar al Minotauro sólo tenía que enrollar el ovillo hasta llegar a la salida.
El osado Teseo se adentró en el laberinto de Creta en rastreo del Minotauro. La criatura se localizaba en el medio de la obra (otras interpretaciones indican que vagaba por diferentes partes), y expulsaba alarmantes ruidos que alcanzaban a hacer sacudir la propia sala del trono.
Después de transitar los pasillos diseñados por Dédalo, Teseo y el Minotauro se tropezaron; el pánico que concibió Teseo al ubicarse frente a los ojos de la feroz bestia es indescriptible. Sin embargo dio acatamiento a su labor y acabó con la vida del Minotauro con un perfecto asesto en el corazón de la bestia con una espada que traía escondida.
Otras narraciones aseveran que sometió a la criatura con sus manos, a puño limpio. Gracias al hilo de Ariadna, Teseo salió triunfalmente del laberinto celebrando la labor que presumió la emancipación de Atenas del yugo de Minos. Hay narraciones que dicen, que lo que Teseo empleó para salir del laberinto fue una tiara resplandeciente.
El regreso de Teseo
Ariadna escapó de Creta con el héroe, y Teseo se terminó transformando en el rey de Atenas. No obstante, el par no acabó dichosamente unida, ya que durante el viaje de retorno a Atenas con la princesa cretense, Teseo realizó una pausa en la isla de Día (o Naxos), donde dejó a Ariadna quien finalmente contrajo nupcias con el dios Dioniso.
Hay muchas interpretaciones sobre esta acción. El abandono se pudo dar por desaire o por alguna artimaña de Dioniso. En la Odisea de Homero expone, que Artemisa la asesinó por “inculpación” de Dioniso: “Artemisa la mató en Día ubicada en el centro de las olas, por la denuncia de Dioniso”. Sea como fuere, subsiguientemente Teseo secuestró a Fedra, hermana de Ariadna y contrajo nupcias con ella.
Luego de estar muy cerca de su regreso a casa, Teseo debido al optimismo del éxito olvidó cambiar las velas negras por las blancas. Egeo, al ver las velas negras que simbolizaban el fallo de su hijo, entendió que su hijo había muerto; por lo tanto, no pudo aguantar y se tiró al mar. Por ello, Teseo decidió nombrar al Mar Egeo, como su padre una vez que ascendió al trono. Gracias a su designación como rey, consiguió unir a los pueblos que constituyen el estado ateniense.
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