La belleza natural acompañada de su riqueza y diversidad cultural hacen que en esta región emblemática del país surjan muchas historias que se van transmitiendo a través de los años ampliándose y llenándose de mayor colorido y sabor popular. Como muestra he aquí algunas de las más conocidas Leyendas de Veracruz.
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Leyendas de Veracruz
Por las calles y muros de Veracruz se van entretejiendo pequeñas y grandes historias que se pasan de boca en boca y que contribuyen con la misteriosa atracción que estas calles causan al visitante.
La Mulata de Córdoba
Una de las leyendas de Veracruz más emblemáticas nos lleva hasta el siglo XVI, cuando la Santa Inquisición ejercía su dominio sobre los cuerpos y las mentes de todos los habitantes de las colonias Españolas en América. Por aquellos años en la ciudad de Córdoba vivía una bella mujer llamada Soledad, mejor conocida como la Mulata, de la que todos hablaban porque, a pesar de su edad, tenía un rostro hermoso y radiante, con un cutis lozano y con un cuerpo tan esbelto y juvenil que era la envidia de todas las mujeres, hasta las más jóvenes.
A pesar de que la gente mal intencionada comentaba que su belleza y frescura era resultado de un pacto con el diablo, a la Mulata solo le interesaba el cuidado de sus hierbas, ya que era herbolaria, y prestarle ayuda con sus remedios a quien la necesitase. La Mulata era libre e independiente y no quería rendirle cuentas a nadie por tanto a los numerosos pretendientes que se acercaban a su puerta ella los rechazaba firmemente no importa quien fuera.
Uno de los pretendientes rechazados fue don Martín de Ocaña, alcalde de la ciudad, quien, molesto por el rechazo sufrido comenzó a regar el rumor de que Soledad era una bruja porque solo así se podía justificar la loca pasión que sentía por ella. Los rumores que corrían por el pueblo sobre un pacto con el diablo y las acusaciones del alcalde de practicar la brujería pronto llamaron la atención de la Santa Inquisición que decidió abrir una investigación.
A pesar de que todos los habitantes del pueblo tenían algo que agradecerle a la bondadosa y caritativa Mulata, cuando fueron interrogados, ya sea por miedo a contradecir a los inquisidores y que los acusaran de cómplices, ya por envidia lo cierto es que todos acusaron a Soledad. Dijeron haberla visto volar sobre los tejados, dijeron que la oyeron reír a carcajadas en las noches mientras rondaba por el cementerio, las muchachas, envidiosas, decía que les ofrecía pócimas para atraer amantes.
En vista de tantas acusaciones la Santa Inquisición la arrestó y tras un rápido juicio fue encontrada culpable de ejercer la brujería y fue condenada a morir en la hoguera. Fue encerrada en la cárcel de de San Juan de Ulúa a la espera de la fecha de ejecución.
El hecho de estar en prisión no amilanó el ánimo de la bella mujer. Pronto se ganó la confianza del jefe de los carceleros y, ayudada por su simpatía y por su belleza, le solicito que le trajese carbón con el cual poder dibujar en las paredes del calabozo y así entretenerse. El jefe accedió de buena gana.
El día anterior al señalado para la ejecución. La Mulata llamó al jefe para que mirase lo que había dibujado en la pared del calabozo. El jefe quedó boquiabierto al ver la obra de la hermosa mujer. Era un bergantín con sus velas desplegadas pero con tal lujo de detalles que parecía imposible de lograr con tan toscos materiales.
-¿Qué le parece? Le preguntó Soledad al jefe ¿Qué le falta al barco?
El jefe, sin salir de su asombro, con voz sincera contestó:
-Al barco solo le falta navegar
-Pues, fíjese lo bien que navega.
Y diciendo esto abordó la nave fundiéndose con el dibujo y rápidamente se alejó.
Al pasar el tiempo los guardias que estaban fuera, entraron y encontraron que la mujer no estaba y al lado del calabozo cerrado estaba el cadáver del jefe todavía con los ojos muy abiertos como asombrado. Dicen que esa noche, a pesar de que el puerto estuvo cerrado por una terrible tormenta, se vio un gran barco que se alejaba seguro y veloz por sobre las agitadas aguas.
La Condesa de Malibrán
Hace muchos años en el Veracruz amurallado vivía en una enorme y hermosa casa el Conde de Malibrán con su esposa, una refinada y hermosa mujer extranjera. Se rumorea que la condesa, a pesar de intentarlo todo, no podía tener hijos y por eso visitaba a una anciana que, según decían en el pueblo, practicaba la brujería en los arrabales del pueblo para que le diera un remedio para su infertilidad.
Por sus ocupaciones con la corona española el conde de Malibrán se tenía que ausentar de la ciudad frecuentemente por varios días. Esas ausencias eran aprovechadas por la condesa para visitar los muelles donde atracan barcos procedentes de todas partes del mundo y allí invitaba a los más varoniles marineros a su mansión con los cuales organizaba rumbosas fiestas que se prolongaba hasta el amanecer.
Después que todos los invitados se retiran la hermosa condesa quedaba en compañía de un apuesto y joven marinero con quien terminaba de pasar la noche. Según cuentan en las leyendas de Veracruz después de esa noche con la bella condesa del joven elegido no se sabía más nada pues nunca volvía a su barco.
En una ocasión el conde de Malibrán volvió a su casa mucho antes de lo previsto y cuál no sería su sorpresa al encontrar a su esposa, la condesa, en la cama dormida al lado de un robusto joven. Enceguecido por la furia el conde sacó su espada y sin pensarlo dos veces atravesó con ella a ambos amantes matándolos en el acto. Cuando el conde tomó conciencia de lo que había hecho llamó a un fiel sirviente para que lo ayudara a desaparecer los cadáveres.
Fue entonces cuando el sirviente le confesó algo terrible. Le contó lo de las bulliciosas fiestas y de los marineros elegidos. Le contó que después de pasar la noche con su amante la condesa lo asesinaba, luego desangraba el cuerpo y con la sangre de la joven víctima se daba prolongados baños, ya que ese era el remedio aconsejado por la bruja para mantenerse joven y lograr tener hijos.
Luego el sirviente llevó al conde al fondo de la propiedad donde se encontraba un pozo lleno de lagartos y le dijo que allí la condesa de deshacía de los cuerpos para esconder su infidelidad y su asesinato.
El conde de Malibrán no quiso saber nada más. Lanzó los cadáveres de los amantes en el pozo y enloqueció enseguida. Cuentan los habitantes del pueblo que por mucho tiempo se pudo ver al conde de Malibrán caminando alrededor de su mansión y gritando “¡Que muera la condesa de Malibrán!”
Han pasado varios siglos pero, cuentan en las leyendas de Veracruz, que quien se acerca en las noches a las ruinas de la antigua mansión escucha gritos y gemir, golpes y arañazos, puertas y ventanas que se cierran con violencia y, en las noches de luna llena se puede ver la silueta de una mujer con largo vestido que cruza las puertas.
El callejón del Diamante
En la ciudad de Xalapa se encuentra el callejón llamado Primera de Antonio María de Rivera. En el vistoso callejón se encuentran restaurantes, cafeterías y tiendas de artesanos pintorescas muy visitadas por los turistas. Este callejón es mejor conocido como el callejón del diamante, la razón de este nombre se explica por una de las más famosas leyendas de Veracruz.
Cuenta la leyenda que en época de la colonia vivía en el callejón una joven pareja de recién casados. El era un rico y distinguido noble español ella era una hermosa dama criolla de gran porte. El noble joven le dio a su esposa como regalo de boda una bella sortija coronada con un diamante negro. Cuando se le preguntaba al joven sobre la extraña y exótica joya el contestaba entre risas que se trataba de una sortija mágica que revelaba el amor del marido y la infidelidad de la esposa.
El noble español tenía un socio al cual quería como si fuera un hermano al cual recibía siempre con gran alegría cuando visitaba su casa. Pronto la joven se sintió atraída por el socio y pudo notar que el sentimiento era mutuo. En una ocasión el marido tuvo que hacer un viaje de negocios a la Ciudad de México. Esto fue aprovechado por la mujer que se dirigió a casa del socio y allí disfrutaron las dulzuras de su relación prohibida, al volver a su casa la joven dejó olvidada sobre una mesa cercana a la cama la sortija con el diamante negro.
En su camino de regreso desde Ciudad de México a Xalapa el joven marido sentía una extraña inquietud que no sabía a que atribuírsele. Al llegar a la ciudad el malestar continuaba y, sin saber el porqué, decidió visitar a su socio antes de llegar a su casa. Al llegar a casas de su amigo llevado por la confianza entró sin llamar. Entró a la habitación y vio a su socio que dormía la siesta tranquilamente. Su sorpresa fue mayúscula al ver sobre una mesa la sortija con el diamante negro que él le regalara a su esposa. Sin despertar a su traidor amigo tomó la sortija y salió.
Cuando llegó a su casa se dirigió a la habitación donde se encontraba su esposa. Ella al verlo corrió a recibirlo con una gran sonrisa y los brazos abiertos con intención de abrazarlo. El joven al ver la actitud tan descarada de su mujer pasó de la tristeza a la furia cegadora y sacando su puñal se lo clavó en el pecho matándola al instante. Luego cargó el cadáver y lo acostó en su cama le puso encima el anillo con el diamante y se fue y nunca nadie supo más de él.
Poco tiempo después, cuentan las leyendas de Veracruz, los vecinos vieron la silueta de una mujer que recorría el callejón de arriba abajo pidiendo entre sollozos a su esposo que la perdonará, si alguien se armaba de valor y salía en su encuentro vería cómo su figura se disipaba en el aire.
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