Las mejores y más célebres leyendas de Puerto Rico

Son abundantes las historias que rodean a la isla del encanto, el relato de unas son hermosos y fascinantes de escuchar y otros te dan una pizca de susto. A través de este artículo, te invitamos a conocer las mejores y más célebres Leyendas de Puerto Rico compartida entre sus habitantes.

LEYENDAS DE PUERTO RICO

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Leyendas de Puerto Rico

La isla del encanto tiene historias que tienen milenios, está inmersa en una mitología multicultural. Del Taíno al Nuevo Mundo, de lo histórico a lo fantástico, conquistadores y espíritus en el tapiz de cuentos que ayudan a dar forma a la cultura puertorriqueña. A continuación, te presentaremos las leyendas de Puerto Rico populares:

Creación

Siendo una de las leyendas de Puerto Rico más popular, narra la historia taína de la diosa Atabei fue la madre originaria, creó el cielo, la tierra y los otros cuerpos cósmicos y la poderosa creadora del pueblo taíno; cuando el mundo estaba sumergido en una oscuridad y silencio profundo se dio cuenta que le faltaba algo así, que ella tuvo dos hijos que formó de compendios mágicos e invisibles del cosmo a los que llamó Yucajú y Guacar.

Su hijo Yucajú continuó el trabajo de su madre Atabei, al no haber ni luz ni vida este creo el sol y la luna, y tomó gemas de la tierra las colocó en el cielo como estrellas. Llenó el suelo fértil creado por su madre con plantas y árboles, entonces Yucajú creó los pájaros y animales para que habitaran este nuevo mundo; luego decidió crear algo nuevo, algo sumamente diferente a lo que ya existía, algo entre un animal y un dios, y así dio origen al primer hombre un jupía de nombre Locuo.

Este hombre se sintió sumamente feliz al llegar  para habitar toda la belleza de la tierra, y como muestra de agradecimiento se arrodilló antes el dios Yacajú para dar gracias. Guacar al ver toda la obra de su hermano, emergió de el profundos sentimiento de envidias. Sin embargo, un día esté ante tanta rabia concentrada en contra de su hermano decidió destruir la obra de este.

Es así, que Guacar se cambió de nombre convirtiéndose en el malvado dios Juracán, este tenía el poder sobre el viento y muchas veces ejercía una fuerza abismal sobre este con el fin de destruir la obra de Yucajú, este destrozaba todo lo que estuviese a su paso desde arrancar  árboles y acabar con la vida de los seres vivientes que poblaban la tierra, incluso un día estuvo a punto de acabar con la vida de Locuo.

LEYENDAS DE PUERTO RICO

Loquo ya no sentía tan feliz, más bien lo invadía el miedo ante todo lo que ocurría a su alrededor, tenía que soportar con angustia los fuertes vientos además de los sismos en la tierra causados por el dios malvado.

El hombre continuó viviendo en la tierra y ante las súplicas que le dedicaba al dios Yacajú, este decidió crear otros dioses con la finalidad de darle la ayuda que tanto necesitaba; Loquo comenzó a crear estatuillas de estos y les puso como nombre cemíes.

Después de tanto tiempo permaneciendo en la tierra Loquo comenzó a sentirse solo, así que un día lleno de inspiración por la belleza de la naturaleza, a través de una abertura de su ombligo decidió dar origen a dos seres semejantes a él, un hombre de nombre Guayona y una mujer llamada Yaya.

De estos dos humanos, vinieron todos los demás descendientes que poblaron la tierra. Pero los hijos y nietos de Guaguyona y Yaya, padecieron mucho ya que Juracán les mandaba constantemente inundaciones y vientos con poderosa fuerza, además de espíritus malignos creados por este para crear conflictos entre los hombres.

Los taínos así explicaron la creación, los fenómenos naturales y, el origen del bien y el mal. Cuando los caribes, llegaron a la isla desde otras tierras poseían una forma de actuar feroz y cruel aplicada sobre el pueblo taíno, estos en su llegada destruyen aldeas y secuestraban a las mujeres; los taínos lo consideraban espíritus malignos enviados por Juracán.

Ellos tenían la concepción de que si estos eran enviados por Juracán, Yucajú enviaría a gente buena para socorrerlos ante los temibles caribes; así que cuando llegaron los españoles a la isla del encanto, estos creyeron que estos eran los salvadores enviados por Yucajú cosa que no fue así.

LEYENDAS DE PUERTO RICO

La leyenda del colibrí

Es una de las leyendas de Puerto Rico, narra la historia de dos jóvenes amantes que accidentalmente coincidieron mientras se iban a bañar en un pozo ubicado en el bosque. Sus nombres eran Alida y Taroo, estos pertenecían a distintas tribus.

El padre de la joven Alida descubrió las reuniones amorosas entre ella y Taroo, es por ello que a espalda de su hija decidió planear en secreto la boda de esta con otro joven de su misma tribu. Alida al enterarse comenzó a rogarle a los dioses que la liberaran de ese destino planeado por el padre. Los dioses inmediatamente escucharon las súplicas de la joven, convirtiéndola en una hermosa flor de color rojo.

Ante esta situación Taroo no estaba al tanto de los planes del padre de la joven ni del destino final de su amor, por ello él se mantenía esperándola todas las noches en el pozo del bosque que selló el destino de su amor. Ante su constante y paciente espera, una noche la luna se compadeció del joven Taroo, contándole acerca del destino de Alida convertida en una hermosa flor.

Es así, como el joven solicitó ayuda de los dioses para encontrara a su amada; ellos le concedieron la ayuda que pedía, pero para ello decidieron convertir el joven Taroo en un colibrí. Así que, cuando veas un colibrí volando de flor en flor, puede que sea Taroo buscando aún su amor perdido.

La leyenda de Guanina

Una de las leyendas de Puerto Rico, narra la historia de Guanina era una princesa de la tribu taína, su hermano era Agüeybaná el valiente guerrero alto jefe de toda la isla de Puerto Rico. El nombre de esta princesa representa en lengua taína: «reluciente como el oro». En el tiempo de la colonia, los españoles tenían invadida la isla de Borinquén, que para ese tiempo ya la  llamaban la isla de Puerto Rico. En ese tiempo, un indio cacique llamado Guarionex estaba enamorado de Guanina.

LEYENDAS DE PUERTO RICO

Guarionex cuando la veía le declaraba su amor por ella, pero ella no le atribuía dicho amor porque estaba embelesada de un colono español llamado Don Cristóbal de Sotomayor, alcalde y fundador de una ciudad que había sido bautizada con su propio apellido. Este cacique estaba lleno de celos y un ferviente odio hacia Sotomayor.

Los indios ya no aguantaba más el trato inhumano y brutal de los colonos españoles. Por ello, un día los taínos decidieron recibirlo con amistad y la celebración de Los indios taínos los recibieron con amistad y festejaron  el ceremonial guatiao (que es una alianza de fraternidad que sellaron canjeando sus nombres). Pero los españoles no cumplieron con la alianza, en cambio decidieron repartirse a los nativos como esclavos.

Durante un atardecer, festejaron un areito, allí el cacique Agüeybaná y los taínos decidieron que los españoles debían morir para poder obtener nuevamente su total libertad.

El cacique Guarionex quería ser el líder principal en atacar la ciudad de su gran adversario, que era Don Cristóbal de Sotomayor. Pero este se dirigía a la casa de Agüeybaná, cuando este llegó Guanina le informó que huyera ya que los nativos se habían vuelto contra él; es así como este se dirige con sus soldados a Villa de Caparra residencia del gobernador.

En la huida de Guanina y Sotomayor, los taínos comenzaron la persecución hacia ellos y en un momento comenzó la ofensiva. El español luchó bárbaramente con su espada, mientras los garrotazos de las macanas indias gradualmente le abrían heridas letales. En el instante de gran riesgo, Guanina se entrometió entre Sotomayor y sus pares, recibiendo el mortal ataque que iba dirigido hacia su amor.

Durante este instante de descuido, Sotomayor es herido por la saeta de Agüeybaná derrumbándose este sobre los brazos de su amada. Cuando todo finalmente acabó, Agüeybaná ordenó que fueran enterrados juntos, pero los pies del español quedaron a la intemperie fuera del sepulcro para que no encontrase la ruta a la tierra de los muertos.

Poco después, los españoles salvaron los cuerpos y los sepultaron uno al lado del otro, al pie de un acantilado y a la sombra de un gran árbol de Ceiba.

Desde entonces, los nativos señalan que cuando el brisa sacude las ramas del árbol tupido por la noche, se escucha un sonido que no es el ruido de las hojas y se ven dos luminarias muy blancas, que no son los destellos de las luciérnagas, son los espíritus de Guanina y Sotomayor que flotan, bailan y se fusionan, cantando la alegría de estar siempre unidos.

La Capilla del Cristo

Esta es una de las leyendas de Puerto Rico, que relata una historia muy interesante. En San Juan de Puerto Rico al final de la calle Cristo, en 1753 se cimentó una capillita identificada como la Capilla de Cristo por orden de quien fuera en ese tiempo el secretario de gobierno Tomás Mateo Prats; este lugar fue seleccionado, porque aquí se colocó una cruz después de un accidente en el que el joven Baltasar Montañez prácticamente volvió a la vida a través de un milagro del cielo.

Con respecto a este hecho histórico se relata que en el año 1750, durante las carreras de caballos en las festividades de San Juan, el competidor Montañez no logró frenar a caballo a tiempo, cayendo trágicamente a un abismo; durante el tiempo de la caída esté orando le pidió al Santo Cristo de la Salud su salvación, la cual fue concedida y el joven pudo salvarse de la muerte. Es así, como se edificó una capilla exactamente en este lugar.

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Lluvia de ranas

En el Bosque Nacional El Yunque, cuando la humedad es alta, pequeñas ranas de coqui suben a grandes alturas en la canopia del bosque. Los depredadores, principalmente tarántulas, de esta pequeña rana son conscientes de este comportamiento, los atrapan y se los comen en el camino.

Como táctica de supervivencia, las ranas saltan de los árboles en lugar de descender nuevamente y son tan pequeñas que prácticamente flotan en lugar de romper el guante de los depredadores. En realidad está lloviendo ranas.

El Chupacabra

Esta es una de las leyendas de Puerto Rico muy famosa que fue viralizada en toda Latinoamérica y el mundo. Se trata de una criatura que aterroriza a toda la isla del encanto, Sudamérica e incluso partes de los Estados Unidos. Se dice, que esta criatura se alimenta absorbiendo la sangre de las cabras y otros animales pequeños, dejando a las fatales víctimas con dos agujeros sobre su piel.

La descripción de esta criatura no ha sido aún verificada, incluso no han atrapado a ningún espécimen de estos. De acuerdo a algunas personas que aseguran haberlo presenciado, este es un animal de color gris o verde, otros señalan que tiene alas, mientras que otros están convencidos de que la aparición de este se la adjudican a un extranjero que quiso aterrorizar a toda la población de Puerto Rico y otros lugares.

La Rogativa

Esta escultura de una procesión religiosa en el viejo San Juan conmemora una de las leyendas de Puerto Rico más entrañables. Su relato empieza en 1797, cuando los británicos liderados por Sir Ralph Abercromby, atacaron a Saint John desde el este; los españoles fueron superados en número y el resultado no se veía favorable.

Los habitantes de la isla del encanto específicamente en la zona San Juan, decidieron organizar una procesión religiosa por la ciudad, exactamente para esas fechas.

Cuenta el relato, que los británicos confundieron las antorchas del grupo de ciudadanos con refuerzos españoles; así fue, como los británicos sintieron que no tenían la fuerza suficiente para superar los refuerzos y se retiraron de la isla.

Salomé y Aruaca

El mayor orgullo de Don Julián Correa era su bella hija de 17 años, Salomé. Una mañana, Salomé llevó a su caballo al río Abacoa para una caminata diaria, pero ese día su padre insistió en que Juan, el hijo del adinerado latifundista Don Ramón Rivera, la acompañara porque tenía la esperanza de que algún día se casarían.

Cuando llegaron al borde del río, Salomé vio una hermosa flor flotando en el y se inclinó para atraparla, luego se resbaló en una piedra perdió el equilibrio y cayó en la corriente rápida, pero cuando le gritó pidiendo ayuda a Juan, no tuvo valor y solo gritó que iría a la hacienda a buscar algo de ayuda.

Salomé pensó que estaba segura de que iba a morir, pero luego vio en el cielo un rayo de bronce y cobre que caía del acantilado, allí fue cuando sintió que unos poderosos brazos la abrazaron y la llevaron a salvo al borde del río. Su salvador era un hombre joven de piel morena y ojos color miel, y al instante se enamoró de él.

Cuando ella le preguntó su nombre, él respondió: «Soy Aruaca, el último de los guerreros de Taíno, hijo de Urayoán y Cecilia la española, nieto del jefe Abacoá». Aruaca la llevó a la hacienda solo, pero al llegar los hombres de la hacienda comenzaron a dispararle, intentó defenderse, pero habían demasiados.

Igualmente, el padre de la joven Don Julián intentó matar también al joven, pero Salomé saltó entre ellos diciendo: «Le debes mi vida a este hombre, fue él quien me salvó de la muerte en las corrientes del río, mientras esto cobarde a tu lado (Juan), ¡me abandonaste! «Aruaca se despidió de Salomé con solo una mirada.

Salomé regresó a Abacoá día tras día, hasta que finalmente ella y el joven se encontraron de nuevo; después de este reencuentro, decidieron encontrarse diariamente de noche en el río, aunque los envolvían dos mundos muy diferentes esto no hacía imposible su amor. Un día su padre bajo sospecha la siguió al río y cuando la vio en los brazos de Aruaca, se enojó tanto, que comenzó a dispararle; pero Salomé recibió uno de esos disparos de su padre en el pecho.

Aruaca vio a su amada morir a sus pies y supo que solo podía salvarla rezando a sus dioses en el guacara. Entonces, subió el acantilado y entrando en la cuev colocó su amor al lado del xagüey, tomo agua del manantial y comenzó a limpiar la herida mortal, y el agua milagrosa del xagüey de sus antepasados ​​la revivió.

El joven Aruaca inmediatamente agradeció a Boiníaex y Marojú, los dos cemíes de piedra que había en ese lugar. Salomé y Aruaca acordaron ir a la hacienda para darle las buenas noticias al padre de la joven, pero el joven se fue solo para avisarle a Don Julián; por ello se despidieron y Salomé prometió esperar hasta que regresara.

Cuando Aruaca llegó a la hacienda para contarle la noticia a Don Julián, este sin mediar palabra le disparó matándolo al instante, ni siquiera se enteró de las buenas noticias del revivir de su hija; por culpa de su misma maldad.

La joven Salomé se mantuvo esperando en la cueva por ciento cincuenta años o un poco más, sin envejecer ni un poco. Ella le rogaba orando a los dioses diariamente por el regreso de su amor Aruaca. Algunos relatos dicen que solo después de ciento cincuenta años murió de un corazón roto, y que esta se mantuvo con vida tanto tiempo manteniendo el recuerdo de su amor y bebiendo del agua milagrosa del manantial.

Muchos afirman, que en los caminos más oscuros de la cueva, Salomé y Aruaca andan juntos y felices unidos en su amor para siempre.

Coquí y la Diosa

Había una vez una hermosa diosa que se enamoró de Coquí, el hijo del jefe cacique. Cuando él fue a pescar, ella se aseguró de que volviera con una buena captura y este la elogió como muestra de agradecimiento. Una noche ella acudió a él en forma de una joven taína sucumbiendose ambos al amor.

La diosa le dijo a Coquí, que regresaría durante en la noche después de que saliera la luna, pero a la noche siguiente llegó, y con ella vino el malvado Juracán. El cielo se oscureció y sus vientos aullaron y la diosa intentó proteger a su amante, pero Juracán lo arrancó y nunca lo volvió a ver.

Ella no podía vivir sin su amado Coquí, así que originó esta diminuta rana como representación de su amado y a la cual llamaba: ¡Co-kee! ¡Co-kee!

Caja de Centinelas del Diablo

En esta una de las leyendas de Puerto Rico, se abordan diferentes versiones de esta historia que circula sobre por qué los soldados continuaron desapareciendo de este puesto de guardia, en un pedazo de tierra que se extiende desde la costa y está conectado a Castillo San Cristóbal.

Esta leyenda incluye ser arrastrados por espíritus malignos o arrastrados por grandes olas, pero Manuel Fernández Juncos comparte una historia diferente y mucho más creíble que parece haber sido contada por el mismo soldado desaparecido. Después de escuchar otras historias de los lugareños, un hombre mayor se le acercó y le contó este relato.

Era un soldado de San Cristóbal y estaba a cargo de la guardia en la garita del mar, este era un trabajo algo horrible, hacía mucho frío, era húmedo y oscuro, y casi el relevo por otro guardia  parecía interminable.

Una noche contra las reglas este soldado tomó un cigarro para pasar un rato el tiempo, en ese momento una ola se levantó y empapó su yesca, por lo que no pudo encenderla. Frustrado, vio una luz en la distancia y volvió a romper las reglas, dejó su puesto y fue en busca de una luz para fumar.

Cuando llegó al lugar, visualizó a una familia en celebración, había música, baile y chicas por doquier, pero solo una llamó bastante su atención una «belleza de piel oscura con ojos seductores». Cuando finalmente pudo alejarse del lugar, estaba lloviendo tan fuerte que pensó por un momento que nunca volvería a su trabajo, por lo que decidió esperar un poco más a que escampara.

Durante ese instante de espera, conoció a la bella mujer y compartió bailes con ella sin percatarse del tiempo. Así que cuando escuchó las campanas del fuerte anunciando el cambio de guardia, se sintió angustiado y se fue sin mediar palabra. Sin embargo, durante el trayecto no fue lo suficientemente rápido, y su relevo apareció antes de que él pudiera regresar.

Para ese tiempo, si un soldado dejaba su puesto se le castigaba con la muerte. Por lo tanto, el soldado decidió huir robando un bote comenzando una nueva vida en otro lugar.

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