Descubre las leyendas y mitos egipcios más conocidos

Las creencias religiosas se han convertido en mitos que han servido a toda una civilización, para interpretar los prodigios naturales y asimilar a sus faraones con los dioses. Mediante este artículo, conoceremos las leyendas y Mitos egipcios que han sustentado las bases de toda esta civilización.

MITOS EGIPCIOS

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Leyendas y mitos egipcios

Egipto es probablemente una de las civilizaciones más famosa del mundo antiguo, y la que generó la mayor fascinación en los territorios que rodean el mar Mediterráneo. Sus tierras están rodeadas de historias de faraones y momias.

Asimismo, el pueblo egipcio disfruta de una amplia diversidad de leyendas y mitos egipcios antiguos que buscan explicar la cosmovisión del reinado una vez majestuoso y influyente en las orillas del Nilo. Es por que a continuación, daremos una breve reseña de algunos mitos egipcios:

El mito de la creación

Al igual que otras culturas, Egipto también tiene su propia versión de la creación del universo y el mundo en que vivimos. De hecho hay tres versiones conocidas entre los mitos egipcios, según la ciudad que lo generó y las deidades que adoraba. Uno de ellos es el Iunu, más tarde conocido como Heliópolis, que se sabe que es la ciudad en la que nació el culto del dios Ra y prevaleció como la deidad principal.

La leyenda dice que al principio, solo había un océano inmenso e infinito llamado Nun, que permaneció inmóvil y completamente dormido. Ni el cielo ni la tierra, ni las plantas, ni los animales, ni el hombre existieron.

Solo Nun, que contenía todos los elementos posibles. Sin embargo un día, el mundo a través de su conciencia se dio cuenta de esta situación,  por ello decidió  darse por nombre de Ra. Sería el primero de todos los dioses, el cual al comienzo se encontraba solitario en el centro del océano. Este dios, progresivamente empezó a dar vida: su aliento se convertiría en el dios Shu, el aire y su saliva en el dios de la humedad Tefnut.

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Luego formó una isla o todo un territorio para descansar a la que llamó Egipto, y cuando nació del agua, se dispuso a dar forma al Nilo para que sirviera de sustento para estas tierras. Con las partículas del inmenso océano, Ra dio vida a los distintos especímenes.

Shu y Tefnut, en otro punto del Num; tuvieron hijos, la deidad Geb de la Tierra y Nut del Cielo. Los dos hijos mantuvieron una relación con contacto íntimo, esto hizo molestar a su padre Shu; por lo que este,  decidió separarlos manteniendo el primero (la tierra) debajo de sus pies y el segundo (cielo) sobre su cabeza. De la unión de estos dos dioses se originaron  las estrellas y el resto de las deidades.

Terminada su obra, el dios Ra envió uno de sus ojos para buscar a su descendencia; no obstante, ese ojo al regresar se toparía con que al dios le tenía un ojo nuevo. Exasperado, el ojo comenzó a sollozar, produciendo de sus lágrimas a los primeros seres humanos. El dios Ra, al visualizar su sufrimiento tuvo compasión de este, se lo tomó y se lo puso en la frente; de allí se dio origen al Sol.

La leyenda de Sinuhé

Otros de los mitos egipcios se encuentran en la leyenda de Sinuhé, en la que se nos cuenta el miedo al juicio, la desconfianza y el deseo de regresar a casa. La leyenda dice que al faraón Amenemhet le quitaron la vida a través de un plan de sus sirvientes, su primogénito y probablemente el sucesor estaba ausente prestando servicio en el ejército, para cuando su padre murió; antes de la muerte de Faraón, se mandaron emisarios para su búsqueda.

Una de las personas de confianza del Faraón fue Sinuhé, quien no estaba al tanto de la trama que terminó con la vida de su señor, hasta que escuchó que uno de los mensajeros le contaba las causas de la muerte a uno de los descendientes de Amenemhat. Asustado y suponiendo que a pesar de no tener nada que ver con él, iba a ser acusado de ser cómplice, tomó la decisión de huir y abandonar el territorio.

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Sinuhé dejó el territorio y entró en el desierto, donde pasó días perdiendo su energía hasta el punto de desfallecer. Cuando despertó, se encontró rodeado de beduinos que lo cuidaron. Su rey, Amunenshi, le ofreció a Sinuhé quedarse con ellos, luego de dar a saber su situación. El rey le ofreció la mano de su hija, con quien Sinuhé se casó y tuvo hijos, además de la tierra.

Este adquirió gran riqueza y fama, también alcanzó el rango de general e incluso en un conflicto con uno de los mejores guerreros de la región que lo desafió, logrando derrotarlo gracias a su gran astucia.

Sin embargo, a medida que Sinuhé se hacía más mayor, rememoraba mucho a su Egipto, a menudo oraba para poder regresar y morir allí. En su país, Sesostris I el hijo mayor del faraón asesinado, ahora reinaba luego de varios años de duras luchas con sus hermanos para obtener y mantener el poder. El nuevo faraón fue informado de la situación del viejo confidente de su padre, y lo envió a llamar a su presencia para decirle que podía regresar ya que era consciente de su inocencia.

Alegre y después de haber dividido sus bienes entre sus descendientes, Sinuhé volvió a Egipto para ser recibido por el nuevo Faraón, quien lo convirtió en su asesor y le dio una casa digna de un príncipe, así como una tumba entre los integrantes de la familia real. Sinuhé pasó el resto de su vida a su servicio, cumpliendo su deseo de morir en su país natal y con gran honradez.

La leyenda de Isis y los siete escorpiones

Este es uno de los mitos egipcios que tratan de enseñar los valores del agradecimiento, la hospitalidad, la compasión y el respeto, elementos muy presentes en esta cultura, como veremos a continuación en esta historia.

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La historia relata que el dios Seth tenía una especie de rivalidad y envidia intensa contra a su hermano Osiris, quien era esposo de la diosa Isis con la que tendría posteriormente un hijo, de nombre Horus. Seth, abrumado por el odio y la indignación, trató de separarlos, para ello secuestró y recluyó a Isis y el hijo de éste Horus todo para ocasionar daño a su hermano.

Al ver la situación, el dios de la sabiduría Thot decidió ayudarlos mandando siete escorpiones llamados: «Mestefef, Petet, Tefen, Mestat, Tetet, Matet y Befen, para protegerlos». Isis y Horus escaparon, seguidos por sus protectores y huyeron durante mucho tiempo hasta que llegaron a la ciudad de Per-sui. Al llegar a este lugar se toparon con Usert, una mujer que poseía una gran fortuna y que tenía buen estatus en la sociedad, a la que le solicitaron asistencia y resguardo.

Sin embargo, Usert al ver la presencia de los siete escorpiones y temer su ataque, les impidió la entrada a su hogar a la diosa y su hijo. Cansados, Isis y Horus continuaron hasta que finalmente encontraron a una pobre mujer que a pesar de la presencia de los escorpiones, recibió a las deidades, les brindó su ayuda y hospitalidad.

Con sus protegidos a salvo, los escorpiones decidieron vengarse de Usert por haber rechazado la ayuda a Isis y su hijo. Durante la noche, los siete reunieron sus venenos en la cola de Tefen, este ingresó en la casa de la mujer y picó a su hijo, ocasionando que se agravará de salud por el veneno; así mismo estos provocaron un incendio en el hogar de la mujer.

Usert pidió socorro, angustiada por la condición de su pequeño hijo; y sus llamadas alcanzaron ser escuchada por la diosa Isis, al ver que el niño no tenía la culpa del rechazo de su madre a los dioses, esta se conmovió con la situación de Usert y acudió en su auxilio. Con el apoyo de su potente magia, el firmamento se abrió y cayó una lluvia que extinguió las llamas, y luego ordenó que el veneno abandonara el cuerpo del niño.

El hijo de Usert inmediatamente fue sanado y rehabilitado; la mujer muy apenada y intensamente agradecida, entregó su patrimonio a la diosa y a la humilde mujer que había socorrido a la diosa y su hijo.

El ejército perdido de Cambises II

Ciertos mitos egipcios evocan la desaparición de las tropas rivales, que se atrevieron a embestir los territorios del reino. Uno de ellos nos cuenta específicamente sobre el ejército perdido de Cambises II, que realmente militó y que también acabó desapareciendo en la realidad (su desvanecimiento continúa siendo un enigma, aunque hay especulaciones de sus diferentes causas).

El relato cuenta, que el rey persa Cambises II pretendió dominar Egipto. Sin embargo, el oráculo de la región de Siwa predijo que si el rey intentaba conquistar dicho territorio, sería condenado, lo que llevó a los persas a tomar la decisión de cruzar el desierto blanco para conquistar y destruir el oráculo e invadir el oasis de Siwa; el rey Cambises II envió un total de cincuenta mil hombres para esta tarea.

Sin embargo, los militares nunca llegaron a su destino desvaneciéndose en el desierto. Una versión de esta leyenda nos dice que los genios del desierto, los transformaron en extrañas formaciones rocosas que pueden ser visualizadas en el desierto blanco, mientras que otras fuentes indican que una gran tormenta de arena causó su desaparición. .

El faraón Dyoser y la crecida del Nilo

El Nilo siempre ha sido la principal fuente de agua y vida para el territorio del Imperio Egipcio, proporcionando la mayor parte del agua dulce de la región. Es por eso que cualquier alteración causada por la falta de agua sería un gran peligro, y por otro lado la inundación del río fue recibida como una bendición; es por eso que existe la siguiente historia entre los mitos egipcios.

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Se relata que el pueblo egipcio cayó en un gran infortunio padeciendo graves dificultades, por motivo de que su principal fuente de agua el “Nilo» no tenía suficiente del vital líquido para regar los campos, lo que provocó el inicio gradual del hambre y la desesperación. El faraón profundamente preocupado Dyoser consultó a su asesor el gran Imhotep, sobre una posible solución para resolver el problema del agua y le pidió que lo ayudará a encontrar una solución.

El consejero y nigromante, asistió al santuario del dios de la sabiduría Thoth, para investigar los libros sagrados; para luego volver a donde el Faraón. Este le explicó, que la fuente del río estaba entre dos cuevas en la isla Elefantina, en la que también emergió la luminaria que dio vida a los seres vivos. Las dos cuevas estaban protegidas por el dios Jnum, quien con sus pies sostenía la salida del agua del Nilo, creó a todos los seres y les hizo cultivar trigo y minerales.

El faraón fue a la isla y oró e imploró al dios, sin obtener respuesta hasta que finalmente se durmió; durante su sueño, el dios se le manifestó y le cuestionó él por qué se encontraba tan angustiado. El faraón indicó su temor por su pueblo y la falta de comida y agua, a lo que el dios indicó que estaba enojado por la falta de construcción y reparación de los templos, a pesar de los muchos regalos y materiales que él proporcionó.

Después de decir esto, el dios Jnum decidió abrir la puerta a las aguas del río que dormía en forma de serpiente debajo de sus sandalias. En ese momento, el Faraón prometió construirle un templo en la misma isla; finalmente, el dios liberó a la serpiente y con ella hubo un gran diluvio del río.

Al despertar, el Faraón pudo visualizar que las aguas del río habían aumentado considerablemente su cauce, además de que en sus pies descansaban una mesa con una oración al dios Jnum que luego se transcribió en el templo que como se prometió, se construiría más tarde.

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El nombre secreto de Ra

Una de las características relevantes de la civilización egipcia fue la gran preeminencia que se le otorgaba  al nombre, que según las creencias de dichas personas le concedía un inmenso al individuo y permitía vislumbrar el interior de este ser. De hecho, cuando una persona nacía, se le daban hasta tres nombres, uno de los cuales se compartió públicamente. Uno de los mitos egipcios apunta precisamente a hablar sobre el nombre secreto de uno de los principales dioses egipcios: Ra.

La historia menciona, que en una ocasión cuando un dios anciano Ra comenzó a perder poder y capacidades, los otros dioses comenzaron a anhelar su poder. El dios tenía diversos nombres, pero había uno que era todo un misterio para cualquiera y de quien deriva la mayor parte de su poder. La diosa Isis quería saber este nombre, porque quería el trono de Ra y los regalos para su futuro hijo Horus.

En su sabiduría, la diosa elaboró ​​un plan para conocer este nombre, el nombre verdadero y secreto de la divinidad. Comenzó a recolectar los aromas salivales de Ra y al mezclarlos con la tierra, la diosa dio a luz a la primera de las cobras, para lanzarla más tarde en el camino de su padre.

La cobra mordió y envenenó a Ra, después de lo cual Isis se ofreció a cuidarlo a cambio de decirle cuál era su nombre real y secreto (oculto incluso de los propios dioses). El dios estuvo de acuerdo con la condición de que Isis jurará no revelarlo a nadie más que Horus, acuerdo que aceptó, extrajo el veneno del dios y este inmediatamente se recuperó. Ra compartió su nombre real con ella y su hijo, dándoles un gran poder y el futuro trono de Egipto.

Las siete Hathores

Acoge el nombre de Hathor, una de las deidades más famosas del panteón egipcio que se considera la deidad del amor y el júbilo, así como de la melodía y la danza; es uno de los mitos egipcios que vamos a desarrollar, que hace mención a sus siete hijas.

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Las hijas de esta diosa, predicen e indican sobre el destino de los infantes, además de jugar  un papel importante en una historia en la que podemos visualizar el dogma de los egipcios, en el ímpetu de un destino preestablecido que no se puede cambiar a pesar de los actos en sí.

La historia relata que hace algún tiempo había una pareja de faraones que habían estado esperando durante mucho tiempo concebir un hijo, todos sus intentos fueron infructuosos. Después de muchos años de orar e intentar, las deidades finalmente decidieron otorgarles un hijo.

Cuando este bebé nació, las siete hathores se apresuraron a contarles a sus progenitores sobre el futuro del bebé. Sin embargo, predijeron que el niño sucumbiría durante su juventud a causa de una bestia: un perro, un lagarto o una víbora.

Para tratar de evitar este fin, el faraón construyó un palacio distante en el que apoyar a su hijo durante su crecimiento, algo que de acuerdo el pequeño iba creciendo lo asimilaba a una prisión. El príncipe le pidió a su padre que le concediera el deseo de tener un perro, a lo que a pesar de cierta reticencia, finalmente cedió pensando que no podía representar un gran peligro.

Pero aunque el perro y el príncipe crearon un vínculo y relación emocional cercana, el joven deseaba salir a conocer el mundo; así que terminó huyendo del palacio con el animal. Fueron a una ciudad desconocida, donde el príncipe conoció a la princesa Naharin; esta princesa también fue encerrada por su propio padre, que solo la dejaría salir si alguien lograba alcanzarla con tan solo un salto.

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El príncipe tuvo éxito en esta hazaña y con el tiempo, logró casarse con la princesa y contarle la predicción de las diosas. Es por ello, que la princesa se dedicó a cuidar y proteger al príncipe de su fatal destino. Un día logró matar a una serpiente que estaba dispuesta a matarlo, la cual posteriormente se le dio al perro como alimento. Pero poco después, el perro comenzó a cambiar y volverse agresivo, atacando a su propio dueño; saltando a las aguas del río para salvarse.

En ese momento en las cercanías del príncipe había gran cocodrilo entre las aguas, pero por suerte para el príncipe estaba viejo y exhausto, y acordó no devorarlo si lo ayudaba a derrotar las aguas.

Después de eso el joven volvió a la superficie, siendo atacado nuevamente por el perro; este para defenderse tuvo que matar al animal. El príncipe al visualizar el perro muerto, suponiendo que pudo salvar su vida del ataque de los tres animales; se supuso a salvo. Sin embargo, mientras celebraba la serpiente emergió del cuerpo del perro y lo mordió, matándolo con su veneno como ya se tenía predestinado.

La muerte de Osiris

Uno de los mitos egipcios más famosos, es posiblemente el homicidio de Osiris, su renacimiento y el origen de Horus. Este nos cuenta sobre los inconvenientes familiares y el asesinato como herramienta para conseguir poder, además de la contrariedad entre el orden y la anarquía.

El mito explica que Osiris fue inicialmente el gobernador del territorio de Egipto, siendo el hijo mayor de Nut y Geb. Se decía que su hermano Seth sentía mucho odio y resentimiento por tener relaciones con su pareja Neftis, por ello decidió acabar con él. Un día, durante una fiesta, Seth trajo un ataúd que sería para aquella persona que entrará en él, siendo solo Osiris quien se ajustaba al mismo; después de este entrar en el sarcófago, Seth lo encerró y lo arrojó al río donde falleció.

La esposa de Osiris, la diosa Isis se dispuso a rescatar el cuerpo a lo que Seth se manifestó: masacrando y separando en varias partes. Seth, ante la muerte de su hermano, asumió el poder; allí es donde la diosa Isis con el apoyo de otros dioses, consiguió recolectar todas o algunas de las partes del cuerpo de su esposo para posteriormente momificarlo, trayéndolo de vuelta a la vida.

Después de eso, copuló con su esposo; dicha unión que causaría el nacimiento de Horus. El regreso a la vida de Osiris provocaría un cambio: pasaría de ser un dios de la vida a una deidad vinculada a la vida eterna, la preservación y la orientación de los muertos en el más allá.

Del mismo modo, su hijo Horus y su hermano Seth también enfrentarían el trono durante años, con múltiples conflictos en los que los dos resultaron heridos, resultando finalmente como triunfador Horus, quien pudo obtener la herencia de su padre.

 La leyenda del origen del calendario egipcio

La civilización egipcia ya tenía un calendario compuesto por un total de 365 días, que es el intérprete de otro de los grandes mitos egipcios. El relato señala que en el comienzo de todo, los años consistían en sólo 360 días.

En una etapa de la creación cuando Ra gobernó, se predijo que su nieta Nut tendría relaciones con Geb, lo que de acuerdo a la profecía, traería consigo a un hijo, el cual le quitaría posteriormente el poder. La joven ya estaba embarazada, así que para evitarlo Ra arrojó una maldición sobre Nut, para que no pudiera tener hijos ningún día del año. La diosa estaba angustiada, pero el dios Thot acudió en su ayuda; este le ayudó con un método para que lo hiciera.

Thot fue a visitar al dios de la luna Jonsu, con quien comenzó a jugar realizando apuestas donde los premios eran el tiempo y la luz de la luna; el dios Thot ganó varias veces, por lo que durante todo el partido logró obtener suficiente tiempo para crear cinco días. Estos días, que no eran parte del año, podrían ser utilizados por Nut para dar a luz a sus hijos; Así es, como la diosa pudo dar a luz a Osiris, Seth, Isis y Neftis, cuyo Osiris alcanzaría el puesto de Ra.

La historia del campesino elocuente

Existen también algunos mitos egipcios que nos relatan desde la perspectiva no del mundo de los dioses y faraones, sino del pueblo sencillo y  del campo. Un relato del campesino elocuente, que surtió en períodos del comienzo del Imperio Medio.

Cuenta la leyenda que había una vez un humilde campesino honrado y trabajador, el cual vivía junto a su familia en el oasis de la sal. Este campesino regularmente necesitaba viajar, para vender diferentes sus productos y cosechas, es así como en uno de sus viajes al mercado un lugarteniente de la zona la advierte que no debe pasar por su propiedad.

Mientras ambos hombres discuten sobre esto, los animales que transportaban las mercancías del campesino comenzaron a digerir alimentos de las tierras del lugarteniente, este cuando ve la acción de los animales, expresa que el debe quedarse con los animales y la mercancía del campesino ya que los mismos estaban usurpando y aprovechándose de sus tierras.

Ante esto, el campesino acudió a la ciudad de Heliópolis  se dirigió a donde se ubicaba el delegado del faraón Renzi. Al tenerlo de frente, el campesino le expuso lo acontecido y refutó vigorosamente y con gran oratoria contra la corrupción manifestada por el lugarteniente.

La manera de pronunciarse de este llamó la curiosidad de Rensi y el Faraón, extendiéndose en demasía el asunto con el fin de conseguir la máxima información potencial del hombre, así como ante el provecho originado por su oratoria.

Finalmente se decidió hacer justicia, haciendo que sus posesiones le fueran devueltas y que además el lugarteniente pasa a ser su esclavo y las pertenencias de este también pasaron a ser propiedad del campesino.

Castigo y perdón de Ra

Entre los mitos egipcios, nos encontramos con este relato de su mitología el cual hace énfasis en el castigo por motivo de la deslealtad y el mal agradecimiento, además de la compasión a través del perdón de los dioses al pueblo egipcio.

El dios Ra gobernó directamente Egipto, sin la necesidad de un monarca. Pero un día sus súbditos no le fueron leales e ignoraron sus preceptos y órdenes; entonces Ra fue hacia Nut, el material primitivo del que vino al comienzo de la creación, y le recordó que los hombres nacen de sus lágrimas y ahora se están volviendo contra él.

Nut le comunicó que la herramienta para aterrar a la humanidad era el ojo de Ra; por lo que le exhortó que compañía de otros dioses, castigará de sus insidiosos; finalmente cuando la civilización se enteró de los planes de los dioses, desertó a los desiertos.

El ataque de su ojo que se convirtió en una leona fue tan cruel, que Ra se compadeció de la humanidad y organizó su rescate. Durante la noche, la leona aprovechaba para dormir, así que el dios decidió mezclar el barro rojo de Asuán con cerveza y cubrir todo el desierto para que la leona pensara que era sangre humana; cuando esta se levantó, bebió el líquido y se embriagó, estaba tan débil que la humanidad logró escapar.

Luego de ello, Ra ascendió al cielo a lomos de la «vaca divina», una de las manifestaciones de Nut. Abandonó Egipto, pero le concedió el mandato a su hijo Thot, los egipcios estaban muy agradecidos con este dios, ya que de él aprendieron sobre los jeroglíficos, ciencias, matemáticas y medicina.

El buey Apis

Esta es otra historia de entre los tantos mitos egipcios, con la cual esta cultura demuestra sus creencias ante la reencarnación, en este caso la del dios Osiris ante un animal específicamente el buey. El relato de esta se da especificando principalmente que este dios era precursor del desarrollo de la agricultura, es por ello que se creía que luego de morir el alma de este rey había pasado al cuerpo de un buey, un animal esencial para el trabajo de arar la tierra.

Es por eso que le ofrecieron una devoción especial al buey, convirtiéndolo en un dios al que dieron por nombre Apis. Sin embargo, no todos los bueyes eran tomados como su dios o de su Osiris; Apis debía contar con una serie de características, como estas: debía ser de color negro con una mácula blanca en la frente, una media luna también blanca en el lado derecho, el diseño de un águila sobre el lomo y otros signos que las personas creían que eran naturales y eran obra de sacerdotes.

Una vez que se encontrará el buey, se le alimentaba y cuidaba en Nilópolis durante cuarenta días y servido allí por mujeres que eran las únicas que tenían derecho a verlo. Más tarde, por la corriente del Nilo y puesto en un barco brillante, fue trasladado a Menfis y en su desembarco, fue recibido por los sacerdotes y recibido por los vítores de la multitud.

Luego de llevarlo al templo de Osiris, lo colocan frente a los dos establos y según la decisión que tome este sobre uno u otro, indica si el presagio era favorable o desfavorable. Apis generalmente se le ubicaba en una terraza para respirar el aire fresco, y en ciertas ocasiones lo solían pasear por la ciudad, este paseo era precedido por una procesión de niños que cantaban sus alabanzas y de oficiales que le hacían camino ante la multitud.

Según los libros sagrados de los egipcios, Apis solo debía vivir un número contado de años; así que cuando llegaba la fecha establecida, los sacerdotes lo llevaban a las orillas del Nilo y lo sumergían en sus aguas con una gran ritual y con signos del más profundo respeto. Más tarde lo embalsamaban y festejaban un lujoso funeral en su honor, mostrando signos de extrema sensación como si hubieran perdido a Osiris nuevamente.

Este arrepentimiento público duraba hasta el nombramiento de un sucesor participado por los sacerdotes. Es en ese momento, que vuelve a renacer la alegría y la gente se entrega a todo tipo de regocijo; el pueblo anunciaba «Osiris ha resucitado», y las festividades públicas duraban alrededor de siete días.

Horus y el trono egipcio

Esta narra la historia de uno de los mitos egipcios más conocidos, donde se puede ver la lucha de poder entre Horus y su tío Seth, por el derecho al trono y la íntegra justicia. Esta historia comienza cuando la diosa Isis ocultó a Horus, en los pantanos de papiro para protegerlo de su tío Seth.

Al hacerse hombre, Horus reclamó su derecho sobre el trono de Egipto enfrente de Ra y el parte de los dioses más significativos; en esta reunión, todos menos Ra apoyan al joven Horus contra su tío Seth; es por ello, que ofrecen una evaluación del asunto para establecer una sentencia final.

Ante todo esta situación, los dioses a excepción de Ra concluyen buscar la recomendación de la magnífica diosa Neit. Rotundamente esta opta por Horus, el sucesor verdadero del trono egipcio y da un ultimátum sobre el colapso del cielo si no se le concede su anhelo; es por ello, que la diosa ofrece a sus dos hijas como esposas a Seth para apaciguar el perjuicio.

Los dioses elogian su sentencia menos Ra, quien desafía a Horus culpándolo de ser un pávido. El contexto se enmaraña aún más por la tentativa de la diosa Hathor de seducir a Horus y su desarro. Se establece una asamblea con todos los dioses; allí unos impugna que el trono debe persistir en el hijo y otros que debe caer sobre el mayor de los dos. En conclusión, Ra termina consultando a Osiris a través de una «carta a las tinieblas», donde se determina que el trono debe ser de Horus.

Los misterios del alma y sus 9 fragmentos

Existen muchas leyendas y mitos egipcios que a pesar del tiempo han permanecido prácticamente intactas, como la creencia en la lealtad a los faraones. Sin embargo, hay una historia en particular que no es bien conocida en el mundo, pero qué es tan importante como las otras.

Es la leyenda del alma, en la cual los antiguos egipcios creían y mantenían que estaba fragmentada en 9 partes cada una dependiente de la otra, lo que significa que a pesar de estar fraccionada al mismo tiempo están vinculadas y sincronizadas. Estas fracciones están representadas de la siguiente manera:

  1. JB: Simboliza al corazón y tiene una atadura exclusiva con la sangre de la madre al instante de la concepción. Sin este elemento, resulta improbable transitar al más allá.
  2. Shuyet: Se armoniza con la sombra, la cual jamás nos desatiende y forma una pieza importante de nosotros a partir del mismo instante del nacimiento.
  3. Ren: Representa el nombre; se origina en el tiempo de nuestro nacimiento y, según los egipcios, este es el que consiente que nos mantengamos vivos después de la muerte.
  4. Bâ: Se relaciona a la personalidad, lo que nos hace ser durante la vida y los que nos diferencia unos con otros aun después de la muerte.
  5. Ka: Es la vitalidad del alma. De hecho, el Ka es lo que logra diferenciar a los vivos y los muertos.
  6. Khat: Simboliza el cuerpo físico de la persona, que le brinda la luz necesaria para la asunción del alma.
  7. Akh: Une a Bâ con Ka, representando la inmortalidad, dejando una huella singular en el alma de la persona.
  8. Sahu: Es el segmento enjuiciador del alma. Esta forma es interesante, ya que es la que califica cada fracción delante a los ojos de Osiris dios de la muerte, de este modo el establece quién es merecedor de vivir plenamente.
  9. Sechem: Controla la energía y la vitalidad del sujeto en concordancia con el alma, tiene demasiado poder en el cuerpo y su entorno.

Por ello, es natural deliberar que cada una de estas fracciones deben actuar en conjunto para andar en armonía, pues como se ha plasmado en el culto védico el alma es un ser inmortal, sin origen ni expiración y que a su vez tiene sabiduría propia.

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